Una noche le pedà a él que me demostrara con un hecho puntual, sus dotes milagrosas; porque, según mi hermano, cuando necesitaba un consejo, él se lo daba; mi hermana lo invocaba cual Dios y decÃa que siempre la ayudaba, y mi mamá repetÃa que él siempre la acompañaba y aconsejaba. Yo lo invoqué unas cuantas veces y la verdad es que no me dio resultado. Soy escéptico. Me parece, no sé. Pero aquella noche le pedà que me diera fuerzas para presentar mi proyecto ante el directorio. Si me animaba a hablar y lo aceptaban, mi vida serÃa otra. Ya imaginaba el portarretratos plateado sobre mi escritorio con la foto familiar o comprándome trajes en el shopping o contratando la excursión sobre el lomo de un elefante, como habÃa contado una vez el director de finanzas. Me dormà sonriendo, imaginando los aplausos y las felicitaciones. A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, apareció en el jardÃn un colibrÃ. Dio dos vueltas en el patio y luego se posó en una flor. Muchas veces vi colibrÃes, pero esta vez lo tomé como una señal. Era él que, evidentemente, habÃa oÃdo el desafÃo y asà me demostraba que estaba presente. A los pocos dÃas recibà otra señal. El arbusto de bignonia, que él me habÃa regalado cuando nos mudamos, se desplomó. Se habÃa secado. Recordé el desafÃo al que lo habÃa retado y no pude tomarlo como algo negativo. Al contrario, venÃa a transmitir cambios, renovación. Y la última señal, no me dejó dudas. En el memorándum mensual se anunciaba que el 14 de julio habrÃa reunión de directorio. Justamente el dÃa de su cumpleaños. Llegada la fecha, no podÃa contenerme. Estaba seguro, confiado en que iba a ser un éxito. La reunión comenzó a las 9 de la mañana y 9.05 ingresé con la bandeja portando 10 cafés. Luego de servir, me coloqué junto a la puerta a la espera de algún pedido, como era habitual. Esperé nervioso, aclarándome la garganta continuamente, moviendo las manos mientras ellos conversaban sobre temas triviales y justo antes de que el presidente tomara la orden del dÃa, pedà la palabra. Ninguno de ellos levantó la vista, seguramente acostumbrados a que mi presencia fuera invisible. Pero se hizo un silencio, me coloqué donde todos podÃan verme y hablé. No tardé ni cinco minutos en exponer mi idea. Me escucharon atentamente y en silencio, hasta que uno de ellos comenzó a reÃrse, contagiando al resto. No aguanté el bochorno y me retiré. Cuando estaba llegando a mi casa, un dolor de cabeza que parecÃa menor y pasajero, se acrecentó. Llegué como pude y le pedà a mi esposa que me acompañara a la guardia. Apoyé la cabeza en la camilla y cerré los ojos, mientras escuchaba de fondo la conversación de los médicos. Soñé que me acercaba al colibrÃ, nos mirábamos y se posaba en mi hombro. Pero ese momento increÃble se vio interrumpido por un aguijón que una abeja clavaba en mi brazo. Yo gritaba y el picaflor se alejaba rápidamente. Cuando abrà los ojos, una enfermera me estaba tranquilizando, acariciándome el brazo con una mano, mientras en la otra portaba una jeringa enorme. Ya te vas a sentir mejor, me dijo. A las dos horas estaba acostándome en mi cama, sin ningún dolor ni molestia, pero esa noche no pegué un ojo. Estaba muy enojado. No sólo no me habÃa ayudado, me habÃa hundido y todo era por su culpa. Luego de dos dÃas en mi casa, sin que nadie sospechara que mi estadÃa no respondÃa a una cuestión médica, recibà un llamado de la empresa. Me dijeron que debÃa presentarme a primera hora en el despacho del presidente. Me levanté en el horario habitual, me cambié pero no fui a la empresa. Fui al cementerio a descargar, frente a su tumba, toda la furia contenida, pero cuando lo tuve delante, lo único que hice fue llorar. Le pedà perdón. Algunas cosas salen bien y otras mal y eso no depende de él. Volvà a mi casa dispuesto a contar lo que habÃa pasado, pero cuando di vuelta la esquina vi el auto de presidencia parado en la puerta, el chofer me saludó afectuosamente y me dijo que entrara rápido. Encontré al presidente tomando mate con mi mujer en la mesa de la cocina. Me acerqué, me dio la mano y me dijo – Vamos socio, tenemos mucho trabajo por delante. Gracias papá!!!
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