Siempre pensé que la imagen que veía en el espejo era la mía. Actuaba en respuesta a todos mis movimientos de una forma perfecta, pero en señal de imagen. Si yo levantaba mi mano derecha, ella hacía lo mismo con la izquierda. Levantaba una ceja y ella me correspondía con la otra. Todo iba de maravilla hasta que algo sucedió
Un día, al terminar de rasurarme, me incliné sobre el lavamanos para enjuagarme y fue entonces que noté mi figura congelada sobre el espejo. Parecía ya no seguir mis movimientos. Debo confesar que de momento no supe qué hacer.
Decir que sentí miedo sería algo inusitado, pues este sentimiento había ya sido eliminado del ser humano.
Entonces recordé que, cuando era pequeño y vivía con mi padre, una vez vimos una película antigua de cuando los españoles llegaron a nuestro continente y traían espejos que intercambiaban con los nativos por figuras de oro. Para ellos, los espejos eran cosas de los dioses, pues “duplicaban” todo lo que se colocaba frente a ellos. De eso hacía ya muchos años; más de mil.
Ahora todo era diferente; los espejos ya no existían, habían sido sustituidos por cámaras que, en tiempo real, proyectaban sobre nuestras pupilas una imagen inversa de lo que queríamos ver.
Sin embargo, nada es perfecto. Toda la tecnología puede fallar, y como en una ocasión dijo Murphy en su aún famosa Ley, “Si algo puede fallar, sin duda lo hará”, y este parecía ser justo el caso, aunque también agregó que “Nada es nunca tan malo que no pueda empeorar”. ¡Vaya tipo tan optimista! Por si acaso, mejor tomo cartas en el asunto.
Lo mejor sería no darle tanta importancia y continuar con el viaje.
Faltaban aún varios millones de kilómetros por recorrer antes de llegar a la estación médica especializada en problemas neurológicos, situada en la galaxia de Alcione, nombrada así por la enorme estrella que se encuentra en su centro.
Esto de manejar todo por comandos de voz, sin duda tiene sus ventajas, aunque también ha contribuido a un rápido deterioro del tacto. Mis dedos se encuentra anquilosados, y moverlos representa un esfuerzo al cual ya no estoy acostumbrado. Todo sea por la evolución de nuestra especie.
Debo reportar esta falla; es mi obligación como miembro del escuadrón Pro-Salud al que pertenezco.
—Aquí C/25.2.e-Med. reportándose a central cibernética Planeta Azul.
—Recibiendo, C/25.2.e-Med. Envíe identificación oficial y datos de ubicación actualizados.
—Entendido. Genero código fuente y posición GPS. Enviando.
—Recibido. ¿En qué podemos auxiliarlo?
—Nada importante en realidad, solo quiero reportar error en cámara de visión invertida ubicada sobre el lavamanos, dificultando funciones de aseo diario personal.
—Entendido. Tomamos nota y reenviamos secuencia de formateo con actualizaciones recientes. Favor de mantenernos informados.
—Así lo haré. Muchas gracias.
—Estaremos pendientes. Feliz viaje.
Debo iniciar ahora mi rutina de revisión de pacientes.
El estado de hibernación en que se encuentran es correcto, adecuado a cada uno de ellos, de acuerdo al historial médico adjunto.
En esta ocasión son solo veintitrés pacientes. Cada vez son menos. ¿Será que los procedimientos médicos son cada día mejores? He escuchado que la detección oportuna de cualquier síntoma es muy importante para su atención y cura, aunque también es cierto que los casos que se diagnostican con posibilidad de recuperación son cada vez menos. A la mayoría, prefieren enviarlos a una cámara de EES, (Evolución a Estado Superior). ¡Vaya nombre que le asignaron!
En fin, solo aquellos que cuentan con los recursos económicos o mentales suficientes, son candidatos que pueden acceder a una de estas ambulancias intergalácticas.
Por desgracia, uno de los males que aún la humanidad no ha podido erradicar es la corrupción, en todas sus modalidades.
En fin, qué le vamos a hacer.
Una vez realizadas mis tareas cotidianas, me meteré a mi cápsula hiperbárica. El camino es largo y aún falta un gran trecho por recorrer.
Solo espero que a mi regreso, mi hermosa Karen continúe esperándome; total, qué tanto es un par de siglos.
—FIN—
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