Nunca había estado con una mujer así. Tenía un aspecto aristocrático y sus maneras estaban muy lejos de ser vulgares, al contrario, parecía que la habían educado en la realeza. Lo que más me impresionaba eran su modestia y honestidad. “¿Qué quieres tomar? —le pregunté con curiosidad—¿quieres que te recomiende algo…?”
No, por el momento no, contestó. Ahora, dijo con una sonrisa, me gustaría disfrutar del ambiente. La música es encantadora, ¿no crees? Sí, era una orquesta de cámara y la Rapsodia sobre un tema de Paganini nos detuvo en el tiempo. Estábamos sin parpadear, sintiendo como las notas se deslizaban dentro de nuestros cuerpos. La mezcla de romanticismo y pasión nos hizo enrojecer, pero mantuvimos la mirada fija. El camarero estaba a unos metros y como los clientes estaban disfrutando de la interpretación musical, se quedó mirando a Sonia. Le gustaba mucho y le clavaba los ojos en las piernas que dejaban ver el encaje de sus medias y los broches que las sujetaban.
Lo miré para que dejara de acosar a mi acompañante, pero a él no le importó. Lo llamé para pedirle más vino y sin mirarme le preguntó a Sonia si ya había elegido algo. Ella negó con la cabeza y bajó la mirada.
—¿Quieres que vayamos a otro sitio?
—No, amor, ¿por qué no damos una vuelta?
—Está bien. La noche es ideal para dar un paseo.
Se levantó y se ajustó su hermoso vestido rojo que le acentuaba las caderas y el pecho. Caminaba con sensualidad y su actitud tímida le daba la apariencia de una tigresa. Pagué la cuenta y salimos a la calle. Había luna menguante y las farolas iluminaban las calles con un manto amarillento.
—¿Qué tipo de libros te gustan?
—Muchos, ¿de cuáles te gustaría hablar?
—No sé, no me atraen los eróticos, creo que los escritores que los hacen carecen de recursos para excitarnos. Les falta imaginación y estropean lo que tan bien logran al principio de sus historias.
—¿Y qué tal los clásicos?
—Bueno, esos son mucho mejores, pero las isabelinas no me atraen.
—Es una lástima que haya escritores prohibidos, ¿no crees?
—Si, a mí me encantaban los eslavos, pero ya ves. No se pueden conseguir.
—¿Te parece bien si nos vamos a tu piso?
—Por supuesto, me encantaría.
Hicimos una larga caminata en la que Sonia me recitó algunos pasajes que recordaba de la Dama del perrito y otros cuentos. Llegamos muy excitados. Habíamos caminado abrazados, no habíamos encontrado el mejor momento para un beso, pero eso no nos preocupaba porque de antemano sabíamos lo que vendría. La espera sirvió de mucho. Cuando salió del baño se quitó el vestido en cámara lenta y quedó con su ropa de lencería. Se recostó en la cama y me pidió que repitiera el código.
Almuerzo, Combinar, Temático, Inhibido, Variante, Almudena, Católico, Ignorado, Ortodoxo, Normando
Ahora tú, le dije, ya sabes el código de cliente.
Mil trecientos veinticuatro coma dos.
Sentí cómo se calentaba mi vientre y se me llenaba un depósito de líquido. Ella se puso un lubricante muy aromático y me rodeó con sus brazos. Sentí sus labios de silicona y su cuerpo tibio. Con la lengua comenzó a jugar dentro de mi boca. Sentí sus uñas clavarse en mi espalda. Estaba listo para arremeter, pero ella susurraba que no me precipitara, que la llenara de ternura y caricias. Repasé su cuerpo de memoria y lo fui frotando con lentitud. De pies a cabeza sin brío. ¿Quieres a la francesa? Cerró los ojos y abrió los brazos, se sujetó de la cama apretando los dientes. Los mugidos se hicieron cada vez más fuertes. Perdió el control y me pidió que me recostara boca arriba. Se sentó sobre mí y con ritmo de rodeo se desplazó de atrás hacia adelante. Miró al techo y unos minutos después explotamos los dos. Mi líquido era demasiado abundante y hervía, así que ella se retorció por el efecto y su organismo reaccionó. De su interior salió un chorro de agua que se mezcló con el engrudo que le había dejado dentro. Sonrió feliz.
—¿Lo has visto?
—Más que verlo, lo he sentido. Me ha encantado.
—Ha sido muy bueno. ¿Quieres repetir?
—Sí, pero más tarde
—Oye, ¿qué modelo eres?
—El nuevo AD 23
—¡Son increíbles las innovaciones!
—¡Sí, el modelo anterior no tenía esa función!
—Sí, tengo amigos que se quejan mucho y quieren que los modernicen, pero creo que los van a descontinuar.
—Sí, creo que así lo harán.
***
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Hola paisano. Muy interesante y bien escrito tu relato. Describes tan bien el erotismo que duda uno si se trata de humanos o de robots, hasta el final que das un cierre magistral al relato. Te hago un par de pequeñas observaciones: creo que la frase “No, por el momento no” debería llevar un guión de diálogo, al tratarse de un cambio de narrador, y en un párrafo repites “sentí” varias veces. Quizás valdría la pena buscar algún sinónimo. Enhorabuena , mucha suerte y un abrazo.
A BERUMEN (11)
Ocitore o Juan Cristóbal:
Pues no careces de recursos para excitar ni te falta imaginación. Sabes llevar el relato a partir de un tranquilo comienzo, pasando por hechos cada vez más interesantes, hasta desembocar en unas escenas bien intensas, para llegar, al fin, a un desenlace inesperado y simple.
Además de mantener vivo el interés del lector, esa configuración es toda una metáfora de la actividad sexual.
Por algo será el seudónimo de ocitore.
Sin observaciones de forma.
Y concuerdo con José Luis Torres en todas sus apreciaciones.
Felicidades.
Muchas gracias, José Luis, eres muy amable y comprensivo. Me da mucho gusto que te haya gustado esta narración. Saludos y los mejores deseos.
Felices Pascuas