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Tránsito de Venus - Isabel Caballero - (R)

Mi blog: https://alzapalabra.blogspot.com/



—Doctor, ¿cómo ha podido ocurrir?, yo estaba perfectamente antes de que me sintiera así.

—Aparece de golpe. Nace en lo que dura un parpadeo, una quinta parte de un segundo, y como has podido comprobar, cuando asoma, arrasa.

—Pero, ¿es grave?, dígamelo sin rodeos.

—¡Gravísimo! Tu enfermedad se llama Tránsito de Venus, también núcleo caudado, y sobre todo, la denominan con una palabra preciosa llamada limerencia.

—¿Todo eso tengo, doctor?

—Todo eso y mucho más: un coctel químico, un volcán, ósmosis u osmosis, terremoto, empatía, un torrente de esperma, un ojo suave, el jugo de tu sexo, un cerebro anómalo, analgésico y cura, a veces reja y cárcel, y otras, es tan libre como el aire de tus sueños.

—Me deja usted sin palabras.

No hay un dictamen exacto, aunque es más corriente de lo que supones, la mayor parte de la humanidad la ha padecido al menos una vez en la vida. Puede ser una patología contradictoria y adictiva; la noche más estrellada, un verso armónico, destello alquímico, mágico, tónico.

—Y por lo que me cuenta, tremendamente cacofónico.

El doctor y la paciente sonríen.

—¿Cuánto durará esta extraña anomalía?, ¿tiene cura?

—Lo cura el tiempo. Al parecer, su faceta más aguda tiene un periodo de vida corto, aunque las últimas tendencias auguran una media de entre seis y dieciocho meses estables, si dura más, suele fallecer o fenecer, lo que viene a ser lo mismo.

La paciente ríe. El doctor le asegura que su excelente humor es uno de los efectos secundario de Venus, el saber apreciar el toque de gracia de las cosas graciosas.

—Claro que a la naturaleza le importa un bledo la gracia el caudado y la dichosa limerencia—continúa —. Ella, la naturaleza, solo quiere reproducirse.

—No se preocupe doctor, ya me encargo yo de ponerle coto a la reproducción.

En ese estado febril y transitorio, da igual si el objeto del deseo es un barbián, o un adefesio; una persona centrada, o un orate. No importa nada el aspecto del depositario de tus desvelos, sea quien sea, te revoluciona las hormonas. La oxitocina es algo más que una palabra eficaz y contundente.

—Tal cual, yo estoy enamorada hasta las trancas de un galeno con verborrea que no deja de largar sobre las excelencias del amor y todas esas vainas.

—Posteriormente vendrá la segunda etapa, cuando las hembras de todas las especies sentirán la necesidad imperiosa de construir un nido eligiendo trocitos de ramas, para, entrecruzándolas, fabricar un soporte seguro; buscarán una guarida caliente, una casa confortable, y el mejor ginecólogo que puedan permitirse. La lujuria pasará a un segundo plano, y nosotros, los incautos machos, nos sentiremos relegados por los vagidos de una criatura recién nacida, exigente y ladrona de espacio para el sexo. Se formará una familia, un vínculo afectivo, un rubrica oficial, un nudo…, y los varones no sabrán por qué lado decantarse entre el cariño y el afecto, sucedáneo más duradero que la pasión inicial. Para lo bueno y lo malo, la enfermedad y la salud, hasta que la muerte, el divorcio o el hastío, los separe. Amén.

—No siempre ocurre así, los tiempos han cambiado mucho, doctor. Vivir sin emparejarse eternamente tiene su punto. También se aman entre ellos, y ellas entre ellas, ahora y antes, mucho antes de que la Ley, la Moral y el Orden concedieran permiso para hacerlo.

Debes saber que Venus también poseeuna cara oculta, el lado inverso del proceso, sin el cuerpo revolucionado, pletórico de tedio, la testosterona a punto de próstata y asomando el climaterio, agonizando de muerte natural o de indiferencia, combatiendo la tristeza con chocolate rico en feniletilamina, con dosis ingentes de alcohol, con infidelidades mutuas o con más prozac en vez de amor.

—¡Pues vaya panorama!

—Eso no nos ocurrirá jamás a nosotros

—Espero que no, doctor.

—¿Sabes?, yo también padezco felizmente de desorden. Me siento pletórico, enajenado, en pleno auge de mí mismo.

—Sí, ya lo noto, ¿tiene el estetoscopio en el bolsillo… o es que se alegra de verme?, anda… béseme, y siga diciéndome cosas bonitas.

Te amo tanto, que entonces… ¡ah!, entonces ocurre que sería capaz de escribir los versos más tristes, las cartas de Eloisa y Aberlardo; en Verona, treparía al balcón florido de una niña; en un convento, sería Inés cautiva; Ofelia ahogada entre nenúfares; la casada infiel sin sus cuatro corpiños, Lanzelot y Ginebra, Tristán e Isolda , Dante enamorado de Beatriz en una quinta parte de un segundo, en lo que dura un parpadeo.

*




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