Mi desafío: formato y puntuación en diálogos
Me doy cuenta por los ruidos que te levantaste de la cama, sin ganas, ya empiezas a mirar tu celular muy nervioso, aprietas el botón del conmutador para escuchar mensajes…sólo silencio. Cuando entras a la cocina, me acomodo, muestro mi mejor perfil, pero miras el calendario de citas y rezongas en voz baja.
Entonces te susurro:
- Desnúdame. Así sin prisa, pero con ansias. Es necesario que lo hagas con pasión, pero sin apuro. Que tus dedos disfruten la superficie de mi piel. Es adentro que está lo mejor, debes llegar al fondo.
- ¡Eres tan bonito! - me miraras enseguida porque te veo preparar tu desayuno, calientas el pan y el café. Sé que te cuesta mojarte las manos, me preocupa que sea por eso que no disfrutes nuestro encuentro.
- ¡Ahora sí, me mirará! – me digo. Pero no, sigues con un despiste insoportable. Continúas mirando tu celular y nervioso pasas ahora a tu computadora. Ni siguieras me miras un segundo.
- ¿No te das cuenta que estoy sufriendo por tu desprecio e indiferencia!
Desde mi lugar te puedo entender, casi siento tu dolor. Escuchas esa voz que tanto te hizo sufrir estos días. Lo sé, la conozco. Por eso no entiendo que no me elijas, que no quieras disfrutarme. Yo que no invado tu vida ni suelo gritarte ni olvidarte, siempre esperando tu atención, nada más.
Hace varios días que me tienes abandonada, nunca pensé que me dejarías así tan pronto, después que me elegiste con tanto entusiasmo. Siento que me estoy muriendo, secando de abandono y desprecio.
Al fin, me tomas entre tus manos, ya más tranquilo porque escuchaste su voz suave proponiendo un encuentro. ¡No toques ese botón!.
Es por eso que te digo con desesperación:
_ ¡No hay caso! ¡No puedes ser tan apurado y torpe! ¿Es posible que nadie te haya enseñado a pelar una naranja?