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Foto del escritorCarla Daniela

Un día cualquiera en la vida de una madre - Amaranto- (R)


No ha transcurrido mucho tiempo, cuando un corro de nubes saltarinas asoman por el horizonte, parecen escombros de cenizas amenazando lluvia. Hoy tengo turno de noche en el hospital, así que de momento no tendré que sufrir los estragos del aguacero, que parece iniciar su curso habitual empapando los cristales y fachadas con su entrecortado llanto. Iván se ha levantado de la siesta con el rostro contraído y el ceño arrugado, parece como si algo desagradable hubiese perturbado su sueño. Héctor no quiere merendar y está reclamándome con sus lágrimas. Hace poco que ha empezado a dar sus primeros pasos, mientras su hermano, Iván, que lo mira con recelo me reclama su atención tirando el bocadillo mordisqueado al suelo. Contemplo por la ventana la piscina de la urbanización, su abandono la ha terminado por pintar de verde. A su alrededor flotan todo tipo de desperdicios, bolsas de plástico; flotadores descoloridos y magullados por la desidia; tumbonas repletas de inmundicia; el césped brotando hasta en los rincones más insospechados.

—Mamá ¿has visto las ranas? —me pregunta Iván con los ojos muy abiertos y brillantes. —Sí, están ahí flotando en ese agua verdusca... ¡Puaj! —le respondo contrayendo el rostro mientras se me revuelve el estómago. —Mamá ¿podemos ir a verlas? —me interroga de nuevo tirándome del vestido para llamar su atención. —¡No, no vamos a bajar! ¡Es asqueroso! —le replico subiendo el tono de mi voz y juntando las cejas. —Pero mamá, la "seño" nos ha mandado dibujar unas ranas. ¿Quieres que me castigue si no hago los deberes? —¡No te lo habrás inventado, como lo de llevarte al Jardín Botánico! Esta vez me lo tendrás que demostrar. He hablado con tu "seño" y me ha prometido que te anotará en tu cuaderno cada tarea. ¡Tráemelo ahora mismo! —¡Aquí está! —Bueno, pero tendrá que ser cuando el cielo escampe. De momento, no bajaremos para que no pilléis un resfriado. Hoy no es buen día, Iván. Además, no te preocupes porque tengo un libro con fotografías de ranas que puedes dibujar. —¡Mamá, no es lo mismo! ¡Yo quiero pintar las ranas de la piscina! —exclama mi hijo protestando con sus piececitos dando patadas a la mesa del salón y esbozando una llantina. Algo que Héctor imita al instante. —¡Ya está bien! ¡Cómo sigáis llorando os quedareis sin ver los dibujos animados! —concluyo arrugando el entrecejo y alzando las cejas.

De forma asombrosa la tormenta empieza a amainar, las gotas que tamborileaban en los cristales lentamente van achicándose hasta convertirse en unas diminutas gotitas. Al rato, la presencia del crepúsculo baña con sus tules rosas y morados los tejados de los edificios descendiendo entre las calles solitarias. Iván permanece tranquilo pintando las ranas con pinturas verde y amarillo, las mismas del libro de Naturaleza suele estar depositado en el estante, mientras Héctor se toma un batido de frutas con leche.

Suena el ruido de la llave en la cerradura. Es mi marido, que acaba de regresar del trabajo. Los niños se arremolinan a su alrededor para recibir los mimos acostumbrados. Él los alza en brazos dándoles besos y haciéndoles cosquillas.

—Gabri, cariño, quédate con ellos, que voy justa de tiempo para irme al trabajo. Hoy me toca guardia en el hospital. —Espera, ¿dónde pusiste las cucharas? Esta mañana en el desayuno he tenido que remover el café con el tenedor de postre. —¡Ah, sí! He comprado otras nuevas, no me ha dado tiempo de colocarlas. Están en la bolsa de papel junto a la ventana de la cocina, ya sabes. ¡Me voy, que llego tarde! —¡Niños, ya es la hora del baño, luego la cena y a dormir!

Los ojos comienzan a pesarme mientras desciendo en el ascensor hasta el garaje. Mi jornada nocturna no me permitirá regresar a casa hasta las 8 de la mañana.

El tráfico a esas primeras horas de la noche todavía colapsa algunas autovías de circunvalación por lo que procuro conducir despacio y mirando el espejo retrovisor cada vez que cambio de carril. Apenas me quedan unos pocos metros para desviarme a la salida que lleva directamente al hospital, cuando un camión con un triángulo amarillo y símbolo de material inflamable atraviesa la mediana colisionando contra mi vehículo. Solo unos escasos segundos antes soy consciente del desastre e instintivamente aprieto con mis dedos, pulgar y corazón de la mano izquierda la alianza en el dedo anular de la otra mano. Luego, cierro los ojos balbuceando: "Héctor, Iván, ¡perdonarme! ¡No he podido evitarlo!".


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20 Comments


elapuntadormudo
Jan 28, 2020

Hola Amaranto, aquí vengo a disfrutar de tu relato.


Me ha gustado mucho tu relato. Por varios motivos. El primero es que has conseguido con todos esos detalles sobre la protagonista y sus hijos darle una gran veracidad y realismo. Acentuado al estar narrado en primera persona, lo que facilita que empaticemos en gran medida con la protagonista y sus vivencias.


En segundo lugar los diálogos son muy reales, y el lenguaje corporal que les acompaña respalda esa sensación de realismos y veracidad.


El final también creo que es un acierto, puesto que al dejarlo abierto, permites que la protagonista tenga la oportunidad de sobrevivir y con posterioridad escribir su vivencia. Lo que da aún mayor veracidad al relato. De…


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Estrella Amaranto
Estrella Amaranto
Jan 27, 2020

Hola Isan, un gusto recibir tu comentario tan amable y por supuesto con esa estupenda observación que me mencionas, respecto a la concordancia del sujeto con el verbo y que por puro despiste me la pasé por alto al escribir: "un corro de nubes saltarinas asoman por el horizonte...", cuando debería haber puesto: "un corro de nubes saltarinas asoma por el horizonte..." Hay veces, que cansados de corregir los fallos previamente, al final se nos escapa algo, como así me ha ocurrido a mí. Creo que también hay algunos errores más, pero bueno mis compañeros tan generosos y atentos, ya me los han mencionado, así que ahora me toca a mí que te agradezca tu ayuda.

Has captado estupendamente el…

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Isan
Isan
Jan 27, 2020

Hola Estrella:

Una historia que nos cuenta una escena hogareña donde todo transcurre por los cauces habituales. Hasta que ocurre. No lo veo mal, quizás se espera, no más, sino otra cosa por la forma de comenzar. Pero el mensaje es precisamente cómo en un instante cambia todo y de qué manera. Y es entonces cuando nos agarramos a lo único que tenemos un anillo que representa todo lo que se deja y, seguramente, aquello que deberíamos haber hecho y no hicimos.

Muy bien escrito, con buenos diálogos y ambientación.

He leído en los comentarios alguna duda respecto a la concordancia del sujeto en singular con el verbo en plural o singular. Puedes ver aqui lo que dice la RAE:…

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Estrella Amaranto
Estrella Amaranto
Jan 25, 2020

Hola Laura:

Te agradezco tu atención a la hora de fijarte en mi historia, que me alegro de que te haya gustado y además la encuentres interesante.

¡Ah, sí, la "negociación" entre madre-padre e hijos! Eso es un auténtico arte, te lo digo no como madre pero si como profesora de toda la vida, ahora ya prejubilada. Es dificilísimo establecer ese buen equilibrio de convivencia. Y como además siempre me he rodeado de madres, algunos padres y mayoría aplastante de hijos ajenos o queridos alumnos, sé muy bien de lo que hablo y ya veo que tú también.

Cariñosos saludos.

Hasta la próxima propuesta.


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Pepe Espi Alcaraz
Pepe Espi Alcaraz
Jan 24, 2020

Estrella, no; gracias a ti por defender mi relato mil veces mejor de lo que hubiera hecho yo, y eso que es mío. Aprendí, y aprendo, de tus relatos pero también, o más, de tus intervenciones y eso es, a parte de gratificante, fantástico.

Un saludo y nos leemos!!!

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