Esa noche tuve un sueño muy extraño. Me encontraba en el restaurante Windows on the World, ubicado en el piso 107 de la Torre Norte del World Trace Center de New York. Sostenía, con la mano izquierda, una copa de vino rojo Rivera del Duero, mi preferido, mientras con la otra acariciaba los escuálidos y fríos dedos de una bella dama. Esta situación me resultaba muy peculiar, pues aunque podía identificar muy bien el tipo de vino, no sucedía lo mismo con la cara de la chica que me acompañaba.
Sus finas facciones traían a mi mente gratos momentos vividos en pareja, pero no lograba recordar de quién se trataba, ni la relación que nos unía.
Me disponía a dar un trago del exquisito vino, cuando, al tratar de disfrutar de su bouquet y de su aroma, percibí el sabor de una piel tierna y la dulce fragancia del Chanel No. 5.
Fue, en ese momento, que mi mente se empezó a aclarar; al mirar a detalle los labios de la chica mientras, entusiasmada, platicaba de algo que no lograba yo entender del todo, logré ver unos bráckets que coronaban sus blancos dientes. Esto, aunado al aroma percibido, aclaró de inmediato mi pensamiento.
Ahora no me cabía la menor duda: se trataba de Gaby, mi amor platónico lo cual, en lugar de alegrarme, me causó un gran desconcierto, pues sabía muy bien que ella había fallecido hacía poco más de un año.
Me disponía a hablar con el fin de aclarar esta situación, cuando algo llamó mi atención: en la puerta se perfilaba la silueta de una monja que, cojeando, se acercaba a grandes pasos a nuestra mesa.
Al encontrarse frente a nosotros, sin decir palabra alguna, se sentó en una de las dos sillas que estaban vacías.
De forma estrepitosa sacó su mano derecha, que traía oculta bajo su hábito, y colocó un zapato negro sobre la mesa. Esto hizo que incluso varios comensales que se encontraban en el recinto, voltearan a vernos.
Entonces caí en la cuenta de que su cojera no se debía a algún problema físico, ni a que se tratara de una persona entrada en años, sino a que no traía colocado más que uno de sus zapatos.
—Pero ¿es que en verdad no se dan cuenta? —espetó de forma abrupta—. Ustedes están hechos el uno para el otro. ¿Hasta cuándo pretenden ocultar la atracción mutua que se tienen? Su amor va más allá de este mundo, y prevalecerá por siempre. Ni la muerte será capaz de separarlos.
Se encontraba en medio de esta perorata, cuando un camarero, vistiendo una impoluta y colorida sotana de sacerdote, y luciendo un enorme sombrero de charro, se aproximó a nuestra mesa.
—¿Están listos para ordenar, hermana? —dijo, como dando una orden, más que cuestionando.
En ese momento una docena de mariachis irrumpió al lugar, interpretando “ Mujeres Divinas” de Martín Urieta.
—Dudo mucho que lo que este par de enamorados frustrados necesite lo encuentren en este lugar —dijo la monja.
Entonces la miré fijamente a los ojos, y lo que vi en ellos me aterró: sus cuencas se encontraban vacías, carentes por completo de algún vestigio de vida.
Volteé a ver a Gaby y, aunque ella sí tenía sus ojos completos, estos carecían de algún rasgo de vida; parecían secos por completo.
—Lo que necesitan mis amigos —agregó la monja—, es una gran dosis de valor y determinación para enfrentar la vida. Es aprender a valorar lo que tienen y aprovechar cada momento que están juntos. Darse cuenta que, en este mundo, nada es eterno, todo es efímero, y que, una vez que se encuentra a la persona adecuada, no se debe dejarla ir, pues quizás nunca más se volverán a encontrar.
En ese momento comprendí que, los mejores momentos de mi vida los había pasado con Gaby y, aunque fueron pocos, dieron un real sentido a mi vida.
—¡Vamos! —concluyó la monja— dense un beso y permitan que todo suceda.
Acerqué mis labios a los de Gaby y, cuando estaba a punto de besarla, un gran aplauso se escuchó en todo el recinto.
Entonces me caí de la cama, golpeándome con fuerza la cabeza…
—FIN—
*
Saludos Berumen soy PROYMAN1 tu vecino del 4 y en primer lugar te agradezco el que me hayas leído y tómo nota de tus observaciones que tendré en cuenta para los próximos.
Leyendo tu relato me ha gustado el sueño del que te has despertado, casi todos los sueños que tenemos al despertarnos volvemos a la realidad que nos hace sentir que estamos en la onda.
Confío en seguir leyéndonos. Otro abrazo para ti.
Hola, Amadeo. Te agradezco mucho tu comentario. Aunque creo que lo que comentas es solo cuestión de estilo, y no de alguna falta. En lo personal, cuando yo comento no suelo meterme con el estilo, pues es un hecho que cada quien tiene su propio estilo: lo que a uno le gusta, a otro no. Me ha pasado mucho que, haciendo caso a un comentario como el tuyo, modifico un escrito y alguien se queja, diciendo que le gustaba más antes. Esto se convierte, entonces, en un cuento de nunca acabar, y mi escrito deja de ser mío. “En gustos se rompen géneros”, decía mi madre QEPD. Espero no tomes a mal este consejo que te doy en base a…
A Berumen:
Realmente extraño el sueño. Tal vez cambiaría el título por ser MUY aclaratorio. Trataría de dar indicios (en el desarrollo del testo) que el protagonista sueña y concluye con el final (bueno) que confirmaría el haber soñado.
Algunas observación es:
Dices: Esa noche tuve un sueño muy extraño. ¿Cuál noche?
Dices: la dulce fragancia… sus blancos dientes. Son lugares comunes, los cambiaría por otros más originales.
No me gustan (no sé si son correctas) escribir tantas oraciones separadas por uno dos renglones libres.
Estoy en el 2 por si quieres leerlo y comentar.
Cordiales saludos
Amadeo
Felicidades Jesús:
Me ha encantado tu narración. El estado onírico en que se encuentra tu protagonista justifica plenamente que se den estas situaciones extraordinarias y un tanto divertidas: El zapato en la mesa para sorpresa de todos, el coqueteo con la muerte tan mexicano...
Pero lo que más me ha gustado de todo ha sido la aparición en escena de ese mariachi cantando " Mujeres Divinas” de Martín Urieta. No conocía ni la canción ni a su intérprete y cuando la ha escuchado en You Tube, lo he comprendido todo y he podido visualizar esta magnífica puesta en escena. Aplaudo.
Saludos.
Esta curado tu relato. Se estaba cocinando algo bueno. Tal vez te pasa como a mi, que tengo problemas por el limite de palabras, (lo digo por que el final de tu historia me resulto apresurada). No sé si has intentado empezar por el final. Saludos