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Un visitante singular- Esther

Mi desafío: Diálogos, signos de puntuación y verbos.




―Buen día, Estela.

―Buen día Doña Rosa, ¿qué desea?—dijo la dueña del negocio.

—¿Qué tal vecinas?—saludó Yesy, colocándose el tapaboca.—¿Se enteraron de las novedades?

—No. ¿Qué novedades? preguntó la anciana.

—¡Hay comentarios que de noche, se oyen ruidos, pasos, corridas, frente a las ventanas de las casas! ¡Varios vecinos salieron pero no vieron a nadie! Otros dicen que les ha faltado alguna ropa de la cuerda.

—Claro, con el frío la gente se encierra temprano, más ahora con la pandemia. ―opinó Estela, mostrando un claro despiste mientras atendía las compras de Doña Rosa.

―¡Qué raro, no han oído nada! ¿Y lo que pasó en casa de Juan y Sara?

―Tampoco.—contestaron a coro.

—Eran casi las ocho de la noche. Sara se estaba bañando, su marido terminaba de preparar la cena, cuando el perro empezó a ladrar fuerte en el patio. Juan abrió la puerta del fondo, y en ese momento alguien corría por el costado de la casa. Pero ahí no terminó la historia. Al otro día, salió y vio que faltaba una silla de hierro de las del juego de patio. Le preguntó a su mujer si ella la había sacado del lugar. Dijo que no. Entonces pensó que se la habían robado. Pero después se dio cuenta que era muy pesada para que alguien la llevase corriendo. Cuando dio vuelta la esquina, con gran sorpresa, vio la silla, pero… le duró poco la sonrisa, porque estaba colocada frente a la ventana del baño. Esto ya no le gustó. Se fue a la comisaría porque desconfió que alguien quería entrar a robar. Ahora la policía dice que tiene mucho trabajo porque cantidad de vecinos fueron a denunciar que encontraron piedras, ladrillos, baldes dados vuelta, ¡todos frente a la ventana del baño!

—¡Qué raro eso!―dijo Doña Rosa.

—¡Ay Estela, mi madre está esperando el arroz para el guiso, y yo contando historias acá! ¡Me voy!

—Yo tengo que hacer mi sopa, pero tu relato estaba interesante.―dijo la vecina.

—Hasta mañana, cualquier noticia que tenga se las traigo. Yo me divierto con mis amigas porque escribo cuentos, se los leo y les hago creer que voy a ser escritora, Ja já. Esto de las ventanas me está gustando, vamos a ver en qué termina.


Pasaban las horas y los rumores crecían, algunos ya hablaban de fantasmas, pero en estos tiempos esas ideas no prosperaban.

La policía encontró rápidamente un sospechoso que había llegado al pueblo hacía un par de meses. Un hombre que fue a la comisaría preguntando por la casa de Tomás Gómez quien había fallecido hacía poco tiempo. Dijo ser el encargado por los familiares, de abrir y limpiar la vivienda.

Presentó sus documentos, también afirmó ser sobrino del fallecido y empleado de un lavadero de autos en la capital del departamento.


Siempre llamó la atención a los habitantes del pequeño pueblo, sobre todo a las mujeres, la figura elegante de aquel hombre de melena, barba y ojos claros, que salía a caminar con una mochila a la espalda desde el día que llegó. No se detenía a conversar con nadie, pero saludaba al estilo pueblerino.


Fue así, que la policía intensificó su vigilancia nocturna, encontrándolo junto a una ventana mirando hacia adentro de la casa. De inmediato fue detenido. Al ser interrogado aceptó todos los cargos.

Pero al inspeccionar su mochila, lo primero que encontraron fue una bolsa de nailon llena de ropa interior femenina, de diferentes colores y tamaños.

Mejor no explicar la escena de película que se armó en la comisaría ante tremenda revelación.


También para los vecinos, lo sucedido fue algo inesperado, pues se habían acostumbrado a verlo todos los días caminando por las calles, sin molestar a nadie.

Las reacciones de la gente no se hicieron esperar, hubo manifestaciones de todo tipo, frente a la comisaría.

Al otro día vino Yesy corriendo al almacén:

―¿Se enteraron de la novedad?

―Lamento Yesy, pero llegaste tarde con la noticia ―dijo Estela—. Ya sabemos todo, hasta que lo devolvieron a su ciudad, porque además de lo que hizo, lo de sobrino, era un cuento.

—Es verdad, me da pena que sea tan pillo, con esos ojos tan bonitos que tiene.


En la calle todos se burlaban de él.

Un periodista de la radio local, dijo que era un visitante singular, un coleccionista raro, que en lugar de castigo deberían anotar en el calendario: “Día del mirón” y recordarlo con una sonrisa, porque después de todo era un personaje pintoresco.



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