Todo comenzó en aquella conversación que mantuvimos con Cacho en el quiosco, una tarde frÃa de fines de agosto del año 1991.Recuerdo que me dijo:
—Que tal amigo, esas ventas ¿cómo van?
—Más o menos. Apenas para ir tirando.
—Decime una cosa, ¿no has pensado volver al campo con tu mujer?
—¿Volver al campo? Pero si la chacra la vendimos y con eso compramos la casita en El Agua Hermosa. Después al año pusimos el quiosco con MarÃa porque ella querÃa vender unas plantas y otras cosas. Y a mi me gustó la idea de traer ticholos, chocolates, rapadura, yerba, azúcar, arroz, poroto.
Al principio todo iba bien, pero esto de la frontera tiene sus vueltas.
—Ahà está justamente, por eso te decÃa lo de volver al campo.¿Te acordás que yo trabajaba en lo de Roberto Sabatino, allá por Canelones? Era una bodega preciosa, que si no fuera por la enfermedad de mi mujer hasta hoy estaba allÃ. Sabés que si yo te doy una tarjeta diciendo que sos mi amigo y que querés trabajar con él no hay ningún problema, es un hombre muy macanudo.
—SÃ, esa idea es buena, a mi el campo me gusta no te voy a negar, pero no es fácil, mi mujer no va a querer, eso es seguro.
—Hablá con ella, van en el Fusca a probar, por unos meses, si no les gusta se vuelven. Dejás un familiar encargado de la casa y el quiosco. ¿No te parece?
—Sabés que me tienta la idea del campo, el viñedo, la vida al aire libre, el sol. Voy a hablar con ella y después te cuento.
La conversación con Cacho me hizo pensar en lo que yo guardaba desde hacÃa un tiempo, y es que este trabajo no me conforma, pero no me animo a decÃrselo a MarÃa. Ella no querÃa vender la chacra, decÃa que era una locura, que no nos iba tan mal, que vendrÃan tiempos mejores.
Pero me impuse con aquello de querer progresar y que otros te dicen que vas a encontrar mejores oportunidades, que podés vivir de otra manera…
Por eso, ahora que le hablé de las recomendaciones de mi amigo me salió con una sarta de cosas muy ciertas que me tuve que quedar callado.
Al otro dÃa se levantó y me dijo:
—Bueno, yo acepto ir a probar, sin vender nada, con muy poco equipaje. Hablaremos con mi hermano, que está sin trabajo, para que nos atienda el negocio y nos cuide la casa. La verdad que necesito, cambiar de aire y de horizonte.
Luego de unos dÃas de preparativos, salimos muy temprano, contentos, alentando la esperanza de conseguir un nuevo trabajo.
TenÃamos que recorrer muchos Km antes del 245, donde tomaremos el camino vecinal que nos llevará al viñedo.
Disfrutamos el paisaje de grandes plantaciones, praderas muy verdes con animales, establecimientos con galpones, gente trabajando...
Ahora el panorama habÃa cambiado. El camino se tornaba más estrecho y pedregoso, las praderas verdes quedaron atrás. Mi mujer comenzaba a inquietarse.
De súbito, a pocos metros, ¡una portera con candado!
—¡Esto no me lo esperaba!
―¡Nunca vi cosa igual! —dijo MarÃa agarrándose la cabeza. ¡Ya me parecÃa que algo raro pasaba!
—Tranquila mujer, todo tendrá una explicación.
Me bajé, y tropecé con una piedra grande al lado del poste. ¡Saltó una llave con la que abrà la portera!
—¡Para mà lo mejor serÃa volver! —dijo ella muy enojada.
—¡No, ya estamos muy cerca…!
Al instante, apreté el acelerador y marchamos dando saltos por el camino casi sin huellas de vehÃculos, lo que ponÃa a mi compañera al borde de una explosión nerviosa.
Por suerte, a la distancia, entre árboles, asomaba una edificación.
Al costado del camino se veÃa una vieja capilla. Más adelante galpones abiertos con todo tipo de herramientas, máquinas cubiertas de polvo y telarañas.
Por ningún lado gente trabajando. Daba la sensación de total abandono.
¡De pronto el viñedo muy verde nos daba la bienvenida!
Luego el edificio de piedra y tejas.
Llamamos.
Atendió un joven, que dijo ser encargado porque el señor y la señora viajaron.
—¿Cuando regresan?
—No tengo idea. El negocio está cerrado.
—¡Qué te decÃa yo que esto no terminarÃa bien! ¡Vos siempre el mismo temerario!
Antes de volver decidieron tomar un refresco en un almacén cercano.
Compraron pasteles y un jugo de uvas.
— ¿Dando un paseo por la bodega abandonada? ―dijo el dueño.
—SÃ, lástima que está cerrada.—Contesté.
—Y no sabemos hasta cuando porque los propietarios desaparecieron.
***