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Una Lucy verdadera - LaPirate- A



Estaba con mi amigo Carl, quien hacía algún tiempo quería escribir una historia para niños. Tolkien lo estaba presionando mucho, así que huyendo de su insistencia, decidió huir conmigo a Italia.

Durante el camino, veía a mi amigo con su cuaderno forrado en un cuero ebúrneo, mi amigo meditaba. Había estado tomando datos, inspiraciones por aquí y allá, con la idea de crear un mundo fantasioso. Pero Tolkien le había estado diciendo que no tenía que hablar de religión... "la gente se espanta cuando lo sermonean, magia dales magia y estaran contentos", le dijo. Por lo que él apegado a sus creencias religiosas, me confesó: "es que soy incapaz de negar mi fe".

A mi me daba igual si quería meterle santos a su cuento, al final, eso era, un cuento para niños... Pero Carl era terco y seguía con esas ideas en la cabeza.

—Ya tienes todo pensado, o te sigues quebrando al cabeza, lepregunté.

—Bueno, ya tengo bien montado a Edward... tiene mucho de mí, supongo. Peter, es un poco como Ronald, Susan es como mi madre... pero me falta una hermana.

—ya se te ocurrira algo, le dije.

Pasamos unos días en Roma, y nuestros amigos, los Santi, nos llevaron a diferentes lugares. Uno de ellos llamado Lucciana Nardi, un poblado entre la capital de Roma y Asis, la ciudad de donde era el patrón de los animales.

—Mira que interesante, me dijo Carl, que el santo patrono bendecía a todos los animales...

—Sí, sí..., dije sin enfasis, la verdad es que empece a darle la razón a Tolkien.

Cuando llegamos a Lucciana Nardi, se quedó mirando todo el lugar, que por cierto no era muy poblado, pero sí contaba con bastantes edificios antiguos y muchas callejuelas.

—Nardiii..., estiró Carl la palabra... Me gusta. Y si llamo mi libro: Las aventuras en Nardii... ah, mejor no. O... Nardina... Nardiana... Narniana... ¡Narnia!

—Sí, si, como quieras..., le dije mientras entrabamos en una iglesia.

—Narnia es el nombre en latín de la ciudad. Dijo nuestro amigo guia Humberto Santi. Carl miró el cielo como si elegir ese nombre hubiera sido un don profético.

Los Santi nos contaron sobre que existió una mujer santa, llamada Lucía Brocadelli oriunda de esa ciudad, nacida en el siglo XV, desde niña se dedicó a la iglesia y se consagró desde esa temprana edad. Y la tradición dice que ella rogó cargar al santo niño, pero era de piedra, por lo que se transfiguró en uno de carne y ella lo cuidó tres días. Luego por ese milagro y las visiones que tenía, decidió ser casta el resto de su vida. Pero en su juventud, a la muerte de su padre, el tío suyo prometió casarla con el Conde Pietro de Alessio, ella había recibido de la virgen que fuera como ella: casada pero virgen...

Me moví de ahí... Carl, anotaba todo en su cuadernito, anonadado de todo lo que oía, pero aunque yo no quería escuchar, la iglesia guardaba su eco, y logré oir el final de la historia: la joven se casó, porque el Conde aceptó respetar su vocación de ser virgen como la Santa, con el tiempo la despreció porque ella no vivía disfrutando del lujo, sino que lo compartía con los pobres y no le cumplía como esposa: la encerró un tiempo, pero ella logró escaparse y se metió de monja... con el tiempo se convirtió en Abadesa y logró convertir también al marido quien se unió a los franciscanos.

—¡Mujer piadosa!, dijo Carl conmovido.

La señora Santi terminó la historia, contandole que ella se mudó a otra abadía, pero cuando su protector murió, las otras religiosas celosas de su santidad, porque ella seguía con visiones y sufrió estigmas, la acusaron, por lo que la nueva abadesa la mandó a encerrar...durante 38 años. Pero su fé nunca claudicó, y jamás se quejó de su encierro.

Yo pensaba: "pobre mujer, ni en los conventos se salvan de los celos..."

La mujer lanzó lo que dejó perplejo a Carl: La salud de Lucía se debilitó y falleció el 15 de noviembre de 1544, a los 60 años. Años después, se abrió su tumba para trasladarla a su ciudad natal pero su cuerpo fue hallado incorrupto. Fue beatificada en 1710 por el Papa Clemente XI.

Salimos de la iglesia, para buscar un restaurante para comer. En el camino Carl iba pensativo:

—Ya tengo a mi niña Lucy..., me codeó... Vamos a hacerla reina, pero seguirá humilde, y también llevará las marcas de su sacrificio, no va a casarse porque es una niña... y también voy a hacerla una Santa... con estigmas y todo... y los animales podrán hablar con ella, como lo hacían con San Francisco de Asis, y habrá una adabesa malvada...

Mientras él seguía divagando, pensé... Voy a tener que hablar con Tolkien... él entiende mejor la religión y la magia...

*



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