top of page
nuevo logo trailorbrand.JPG
  • Facebook
  • Instagram
  • IreneR

Una mudanza y un cuento -Cr!s-+18

Pensaba hacer una limpieza general. Nunca apetece; la pospones con excusas. Por maravilla de la vida o castigo a la procrastinación, gano una mudanza. ¿Los motivos? Juan y yo terminamos. Como se intuía, me adelanté (algo poco habitual en mí); ayuda a sobreponerte, pero son seis años compartiendo tu tiempo, los recuerdos: tu vida. Te has perdido dejándote llevar, convirtiéndote en una egoísta (para contigo); no es justo. Lo más duro (parecerá un tópico): olvidó mirarme con aquella pasión. Realidad es notar un halo de frialdad: verlo en sus ojos; sentirlo por sus manos: no me tocaban. Confesaré que, en el último año, me he masturbado más veces que las que habremos follado; no es tan raro... Yo me veo estupenda. Agotada de engañarme cogí valor; acepté que la felicidad es estar sola. Juan necesitó cuatro cajas; yo no necesitaba tres habitaciones. Ahora, veo más amplitud: sin alfombras donde tumbarse descalzo a mirar el silencio; sin cuadros a colores pintados o fotos con sonrisas por el olor de los viajes... “¡Había tantas que colgar!” — repasándolas en la caja—. Nunca fuimos la típica pareja que quemaba carretes, pero fuimos especiales por aquellos viajes. Embelesada, miro sin ver la que reposa en mis manos; un vuelo a recuerdos escondidos en lo más profundo de mí. El timbre de casa suena a eco perdiéndose en ese viaje por mi mente transportándome a la realidad. Aturdida, vuelve a sonar. Al fin recuerdo que, a las 17.30, vendría Ana con Danna. Emocionada, pero confusa, abro: — ¡Mel! —¡Tita Mel! —saludan alegremente mi amiga y una vocecilla de la altura de sus piernas —. — ¡Ana! ¡Enana! — ¡Que no me llames enana! —reclama Danna con mirada retadora, frunciendo el ceño; aferrándose a su moto de peluche —. — ¿Ya empiezas a chincharla, Mel? —sonriéndome —. Gracias, estarás liada... No tardaré. — No te preocupes. Ana se despidió. Besó a su cielo (mientras esa le pillaba el cuello) recordándole ser buena, sincera y tierna, respondió sí mamá; nosotras con un beso y un hasta ahora, cariño. Danna, entró fugazmente a rebuscar para encontrar lo que serle útil. No tardó mucho. Tampoco sé de dónde sacó esos folios desgastados; no recordaba que los tuviera. La miro sorprendida, viendo cómo avanza hacia mí y, curiosa, me pregunta: — Esto papel, ¿qué es? Tiene polvo. — ¡Danna! —robándoselo de las manos—. E-S-T-E PAPEL, dirás. ¿Dónde has cotilleado? —sin mirarla, sé que sonríe sin vergüenza —. Este papel, es un viejo cuento que contaba mi madre cuando las cosas no nos salían como esperábamos y las cosas cambiaban. No sabía que lo guardase escrito... — Léelo. Tú leerás más rápido que yo —Danna, convincente —. — Vale. Aunque sea corto siéntate, estarás más cómoda y presta atención —se tiró al suelo sin dudarlo. Sonriendo, comencé —. El elefante y la avispa. En una lejana selva, vivía el elefante Ótus. Era muy sabio, pues era el mayor de todos y le gustaba pasear para conocer los alrededores, pero era un poco asustadizo: se sentía inseguro si cambiaba el camino. Un día de aquellos, por su senda habitual, le sorprendió la legendaria avispa Égram: conocida por su brillante aguijón, ese la hacía diferente a sus iguales, pero a Ótus le intimidaba. Cansado de aguantar las fanfarronerías de Égram, decidió darse la vuelta e irse por otro sendero. Al llegar, se detuvo, planteándose si seguir. Esta vez no lo hizo. Tras unos días, desanimado, al no avanzar por un sitio, ni por ninguna parte, se armó de valor: anduvo y anduvo hacia donde no conocía; sin pensar, solo con su inercia. Los días que siguieron fueron así; hacia una y otra dirección. El día en que, Ótus, quiso pasear por su antiguo camino, volvió a encontrarse con Égram, pero ahora no le importó. Pasó tanto que, ella, dejó de intimidarle; no le imponía y se sentía seguro cuando se proponía hacer cualquier cosa. Égram lo percibió; nunca molestó más. Ahora cuando se ven, hablan y hablan. — Bueno, ¿cuál es la moraleja, Danna? — No sé —mientras se encoge de hombros —. Dímelo tú. Riéndome por su salida, accedo: — La moraleja es que no siempre importa el cómo seamos: grandes o pequeños; astutos y lentos; rápidos o torpes. Lo que de verdad importa es: nuestra actitud para afrontar los miedos e inseguridades; o situaciones que no esperábamos y nos hacen sentir incómodos. — Me ha gustado. Me gustan los elefantes —sin más, se levanta y se aleja dando brincos, como si llevara muelles en sus pies —. Me quedo allí, observándola y sin decir nada. Pensativa.

66 visualizaciones10 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

El mensaje de las 10 y 10 - Amadeo- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Al atardecer, mientras corre en el parque un solo kilómetro, por su edad de setenta y uno años, el sobrepeso y antecedentes de salud según la recomendación del médico,

EL DEMONIO BAJO LAS AGUAS - PROYMAN1- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Últimamente el agua de la zona estaba contaminada y no conocíamos el motivo, las enfermedades asolaban a los habitantes del valle y los servicios sanitarios estaban de

La Revelación - Wanda- (R)

Sitio web: http://unrincondelalmablog.wordpress.com/ VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Miré impaciente al reloj de la estación del tren que marcaba las 9:30. Contaba con el tiempo para llegar a la sala

bottom of page