top of page
nuevo logo trailorbrand.JPG
  • Facebook
  • Instagram

Una simple travesura- Amadeo - (R)

Mi desafío: El uso correcto y menos adjetivos




Ya anciano, hoy repaso uno de mis recuerdos de juventud, una de las tantas travesuras hechas, una que cambió mi vida, que anuló el futuro que, en esos años, pretendía alcanzar.

Recuerdo que transcurrían los años sesenta, época de guerrillas, de asaltos y muertes provocadas por fanáticos con armas, principalmente en las capitales provinciales. En donde yo estudiaba, eran escasas dichas batallas callejeras. Yo tenía dieciocho años, vivía en la residencia universitaria “Colegio Menor”, distante unos ochocientos kilómetros de mi casa paterna, que había abandonado nacía dos años.

Recuerdo que era primavera cuando, una mañana de domingo, fui con dos compañeros, a presentar una denuncia en el destacamento policial. Lo habíamos planeado bien, detalle por detalle, con la seguridad de que esa broma pasaría a ser inolvidable… y, lamentablemente, para mí, lo fue.

— Señor comisario, queremos hacer una denuncia —dije serio, escoltado por mis dos compinches de pieza. Estábamos vestidos y peinados como gente seria y responsable.

— ¿Qué les pasó? Cuenten…

— ¿Vio el taller mecánico?, el de la esquina, al lado del “Colegio Menor” —y ante la seña afirmativa del policía, proseguí con la acusación— bueno, ayer a la noche, estudiábamos y oímos unos ruidos extraños y voces raras como si hablaran en alemán o chino, que venían de ese taller. Eran gritos guturales. No les entendíamos nada. Fui con ellos —los señalé— a ver qué pasaba y cuando espiamos por el portón, eso… dejó de hablar y desapareció el barullo, pero alcanzamos a ver un calendario bonito y luces pequeñas parpadeantes. Minutos después, como un despiste para nosotros, se apagaron y… silencio total. Ah… Sí… las luces apenas brillaban cuando alguien ordenó: «No toques ese botón». Sin poder descubrir el botón, volvimos a escuchar palabrotas y muy asustados, escapamos hacia la pensión mientras nos preguntábamos: ¿serán guerrilleros? o ¿serán fantasmas? Por eso estamos acá, señor comisario.

— No se preocupen. Ya vamos para allá. Ustedes vuelvan a la pensión y… ¡estudien aunque sea un poco!

Volvimos cantando y riendo por lo bien que nos había salido la broma. Recuerdo haber repetido a viva voz: “Somos unos genios”… “Somos unos genios”… mientras los aplausos propios se repetían. Ya en la cocina, brindamos con agua.

Al rato llegó un patrullero con dos agentes y una escalera. La colocaron en el tapial del taller, subieron, entraron, revisaron, salieron y se fueron. No hablaron con nosotros que, risueños, los mirábamos trabajar desde la vereda.

Al mediodía del lunes, un policía tocó timbre en el “Colegio Menor”, preguntó por mí y ya frente a él, me dijo que el comisario necesitaba más detalles de la denuncia, que lo acompañara. Miré sorprendido a mis compañeros, los saludé con la mano en alto y confiado de mi capacidad creativa, subí al coche policial.

Llegué y no recuerdo los detalles del feroz reto del comisario, pero sí que estaba muy enojado. Cuando terminó el sermón, llamó a un agente y le ordenó en voz alta: ¡Llévelo!

Me encerraron en una pequeña celda. Allí pasé la noche con frío y desesperación. Pensaba en mi madre. De madrugada, metieron a cuatro muchachos que luego supe que eran guerrilleros, que peleaban por salvar al país, que los habían agarrado en plena lucha y que varios de los suyos habían muerto por la libertad universal.

Al rato comenzaron las discusiones entre ellos, uno sacó un cuchillo, corrió a otro y clavó el puñal en mi ojo derecho. Grité como un loco y desperté en un hospital. Conclusión: perdí el ojo, a pesar de cuatro operaciones delicadísimas.

A los quince días salí de terapia, pero ya no quise seguir con mis estudios. Desde ese entonces mi vida me fue ajena al anularse el poder ser ingeniero.

Regresé con mis padres, me encerré en la habitación y en mí mismo. Pensaba solo en desgracias y amarguras. Suponía ser un verdadero incapaz cubierto por la amarga desolación. Sufría abandonos internos y voluntarios. Vegetaba durante horas y horas a oscuras. Las esperanzas eran nulas y competían con la felicidad en definir que desaparecería primero.

Años después, en parte recuperado anímicamente —padres ya fallecidos— y alentado por mis hermanos que repetían: “Mañana puede ser tarde”, “haz hoy lo máximo posible”, formé una ONG y acá estoy, dando ayuda y consejos a ciegos y minusválidos visuales, a mostrarles cómo seguir en la eterna lucha de la vida.

Muy atrás quedó aquella vocación innata, hoy ya reemplazada por otra, la solidaria y por ella me siento vivo.

Es bueno recordar travesuras.




78 visualizaciones16 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

El mensaje de las 10 y 10 - Amadeo- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Al atardecer, mientras corre en el parque un solo kilómetro, por su edad de setenta y uno años, el sobrepeso y antecedentes de salud según la recomendación del médico,

EL DEMONIO BAJO LAS AGUAS - PROYMAN1- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Últimamente el agua de la zona estaba contaminada y no conocíamos el motivo, las enfermedades asolaban a los habitantes del valle y los servicios sanitarios estaban de

La Revelación - Wanda- (R)

Sitio web: http://unrincondelalmablog.wordpress.com/ VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Miré impaciente al reloj de la estación del tren que marcaba las 9:30. Contaba con el tiempo para llegar a la sala

bottom of page