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Una vida pasajera - Wanda Reyes

Mi blog: http://unrincondelalmablog.worpress.com/



*

El sonido del claxon de un camión me despertó. Quise levantar la cabeza, pero un dolor punzante me detuvo. Al colocar mi mano sobre mi cabello palpé una sustancia seca pegada a él.

<< ¿Dónde estoy?>> Me voltee lentamente. El suelo estaba resbaloso. Al incorporarme miré mis manos llenas de sangre.

Por un momento traté de recordar qué había ocurrido, pero el dolor intenso no me dejaba pensar.

Me miré al espejo y pude ver realmente la magnitud del golpe. La mitad de mi cara estaba teñida de sangre. Mi pelo estaba revuelto y la herida en el cuero cabelludo tenía ya una costra.

Por el rabillo del ojo divisé una pistola. Me volteé rápidamente y casi vuelvo a resbalar.

Pocas personas llegaban hasta aquella gasolinera de paso. La construcción de la carretera concluyó cuando tenía catorce años. Esto trajo más visitantes y los chicos empezaron a venir también.

Papá me enseñó a valerme por mí misma. Aprendí a reparar autos y a manejar una pistola.

John llegó un día de abril. Quería hacer un cambio de aceite a su auto. Papá no estaba, había ido al pueblo a comprar víveres. Yo tenía dieciocho y manejaba muy bien el arma, por lo que me dejaba sola más a menudo.

Parqueo su Chevrolet C10 y bajó del auto. Era tan guapo, rondaba los treinta años. Media un metro noventa y vestía pantalones de mezclilla, botas, y una camisa a cuadros azul. Al verlo sentí un calor que recorrió todo mi cuerpo.

—¿Está tu padre?

—No, salió hace un rato.

—¿Puedes cambiar el aceite de este auto?

—Claro, el de cualquier auto. —Respondí molesta.

—Está bien, hazlo entonces. —Se sentó en una banca y encendió un cigarro.

Mi padre llegó luego de un rato y comenzaron a charlar. Logré escuchar que lo había invitado a almorzar al día siguiente.

—El auto está listo. — Entré a la casa azotando la puerta.

John se convirtió en una compañía habitual los domingos. No me gustaba que papá bebiera tanto, pero lo veía feliz.

Una noche fresca a inicios de noviembre, estaba en la cocina y por la ventana vi que papá se había dormido en la banca. Cuando me disponía a salir a despertarlo, John entró a la cocina. Caminó hacia mí sin pronunciar palabra. Retrocedí hasta donde el mostrador me lo permitió. Puso su mano en mi pelo, acaricio mi rostro. Olía a cigarro, whisky y sudor.

Lo veía desde hace tiempo con deseo fiero. Al sentir sus labios toda la pasión que había encerrado en mí escapó.

Mi padre fue el más feliz al oír la noticia que nos queríamos casar. Seis meses después murió.

Un año pasó y la gasolinera caía a pedazos. John en su embriaguez peleaba constantemente con los clientes, conmigo era violento y a menudo me reprochaba que mi cuerpo no había sido capaz de ser fecundo.

Regresé de mis recuerdos. Recogí el arma y fui a la oficina.

Ahí estaba, sentado en el escritorio. Su rostro tenía una expresión de sorpresa. La pared y el estante detrás estaban manchados de sangre, el piso estaba teñido de rojo.

La funesta noche anterior me había querido ahorcar, pero logré escapar. El exceso de alcohol lo había hecho perder la razón. Me decidí a matarlo en ese momento.

Llevé un cuchillo en el bolsillo del suéter, por si no llegaba al arma a tiempo. Entré a la oficina, pero se encontraba dormido.

Abrí el armario. En una caja metálica estaba la pistola, lista para ser disparada a cualquier agresor. Recordé a mi padre decirme:

—Si vas a apuntar una pistola a alguien será mejor que dispares o terminarás muerta.

Eso fue lo que hice. La sangre salpicó por todos lados. Abrió los ojos al oír el disparo, con una expresión fugaz de desconcierto. Su cabeza se movió violentamente hacia atrás y sus ojos se volvieron a cerrar.

Después de unos momentos comprendí realmente lo que había hecho y corrí al baño, resbalé y caí.

<<Le diré a todos que se suicidó.>>

Caminé con cuidado, agarrándome del escritorio para no resbalar, ya que la bala perforó una botella de aceite para motor. Limpié el arma y puse su mano alrededor de ella, y caminé hacia la puerta, antes de salir, volteé una última vez y resbalé. Traté de agarrarme a la puerta del armario y caí de costado. Sentí un dolor terrible, y recordé el cuchillo. Ahora siento mucho frío y la luz se ve cada vez más opaca.

*




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