El sargento Pellicer miró a la mujer por encima del carnet de identidad que sostenía en su mano. Nadie diría su edad disimulada bajo la capa de maquillaje y el rojo de los labios. Se había informado de que fue una de las tantas siervas de la Casa Grande, en aquellos tiempos de la España profunda y rural en la que existía el atavismo de respetar al amo, aunque éste tuviera derecho de pernada. Es lo que pensaba el sargento poniéndose inconscientemente de parte de ella. Él también era hijo de campesinos.
—Y antes de que lo averigüe, sí, fui puta y a mucha honra, pero ya no, pregunte a quien quiera.
Lo que no sabe el sargento, pensó Dolores, es que cuando me quedé preñada del señorito me dieron algo de dinero con el que me fui a París donde tenía a mi prima sirviendo.
—Tuve una hija, ¿sabe usted?, y como no quería que hiciera lo que yo hice, desde que cumplió los trece la apunté en un taller de confección para que tuviera oficio.
—Tenga en cuenta, señora García, que solo son preguntas rutinarias dada la relación que mantiene…, que mantenía con don Eufemiano Benjumera y Llanez. No obstante, puede negarse a responder y consultar con un abogado si así lo considera.
—A ver qué culpa tengo de que el hombre haya fallecido, que yo sepa, tener un querido no está penado por la ley.
Dolores miraba de refilón al sargento, quien anotaba en un cuaderno todo lo que ella decía
—¿Por qué volvió a España?
— Ya tengo una edad, no puedo trabajar de…, ya sabe, mucha competencia. Con mis ahorros montamos un taller aquí.
—Cerca de su pueblo natal —ratificó el sargento mirando su cuaderno —. ¿No habría sido preferible instalarse en alguna ciudad más importante?
Pensó que el policía no sabía nada de negocios. Precisamente, por lo provinciano del lugar a las señoras le encantaba todo lo que sonara a extranjero, ella conocía bien a sus paisanos. Hizo correr el rumor de que trabajó en uno de los “atelliers” de costura más importantes de París. Su pronunciación algo gangosa, lo gutural de sus erres y el fingido olvido de algunos giros castellanos hicieron el resto.
—Mi hija tiene buen gusto y arte con las tijeras, contratamos un par de modistillas del lugar... y voilà!
Si es que no aprendía, en el fondo era una sentimental. Cuando casualmente vio al señorito, se le salió el corazón del pecho. Me miró, se acercó, y al poco estábamos charlando animadamente en una de las cafeterías. No me reconoció y yo no le dije que era la Dolores.
—Así que el señor Benjumera se vistió de nazareno en la casa de usted…
—De penitente. Yo misma le vestí…, si es que vivía más conmigo que con su mujer, se encaprichó de mí, ya ve, aunque no soy su única querida, investigue usted.
—Ya lo hemos hecho.
—La legítima ya está más que acostumbrada a tanto cuerno.
Tuve que decirle quien era, y que la chica era su hija, ni por esa dejaba de molestarla el muy cerdo, si es que hice lo que hice porque no había otra.
—No es mía. Puedes haberte quedado preñada de cualquiera.
—¿Es que ya no te acuerdas? Fuiste el primero, luego ..., ya en París no me quedó más remedio que...
—La que es puta es puta. Anda, déjate de monsergas y hazme lo que sabes hacer tan bien.
Él era el que mandaba, si le daba la gana de tener a la niña en su cama, la tendría.
El viernes de Dolores le coloqué la túnica de lino, la capucha, y le sujeté a la cintura la madeja de cuerdas. Antes embadurné las sogas por la mierda de mi gato y de mis dos periquitos.
Si es que me parece que lo estoy viendo ante la masa fervorosa. Asió la empuñadura de la madeja y, balanceándola, golpeó sus hombros, a la izquierda, a la derecha, a la izquierda… Pasado un rato, el cofrade avisó al práctico, quien le picó la piel, doce pinchazos, pues doce fueron los apóstoles.
No duró ni tres días. Así reventó el muy cabrón. A ver como convenzo al sargento de que yo no…
—¿Y de qué murió si se puede saber, teniente?
Sargento. —corrigió —. De una septicemia. Falleció entre escalofríos, fiebres altas, respiración acelerada y frecuencia cardíaca elevada.
—¡Vaya por Dios!
— Un caso desgraciado, a veces ocurren esas cosas.
No hubo más preguntas del sargento Pellicer.
Hola Isabel. imperdonable mi tardanza, pues debo decirte que tu nombre aparecía en mi lista de visitas con una palomita.
Ayer que recibí tu visita, regresé al texto para recordar lo comentado y "surprise" tu escrito gozaba de la total ausencia de lo que yo había escrito.
Sé, que me llamó la atención tu forma de manejar los diálogos internos de Dolores, con la actual comparecencia de ella ante el cuestinamiento de un magistrado. los manejaste de una forma muy natural y la trama nunca perdió su atractivo. Tu manejo de la mutua redacción fue docente para mi. No creas que me me dolió, sino todo lo contrario: dejo un sabor dulce en mi lectura.
Por lo demás, recibe un…
Quien me iba a decir (quien nos iba a decir), que el acaigo título de mi relato "Viernes de Dolores", era una premonición del viernes de dolores que estamos viviendo en España y el resto de los países afectados por el corona. Es muy triste.
Por tanto, me ha parecido todo un acierto que apostemos por la esperanza en nuestras vidas y en el próximo reto propuesto.
Desde mi casa os doy un enorme abrazo esperanzado. ¡Ánimo compañeros!
Muchas gracias Toñi Ávila (Vibe).
Compañeros, me tenéis que perdonar, debo lecturas y comentarios. Prometo que el fin de semana os leeré. Un abrazo cariñoso y ¡ánimo!, seguro que saldremos de esta.
Buenas noches Isabel, me ha encantado tu texto, dinámico y cargado de irónica no tan lejana realidad; con un final más que merecido del señorito.
Lo demás ya te lo han señalado los compañeros.
Nos seguimos leyendo.
Tu vecina Vibe.
Hola Isabel.
No se como se me fue pasando el tiempo sin comentarte. Tu nombre aparece en el corto listado que preparo de la lista de participantes.
También en México las tradiciones católicas hicieron mella con el nombre Viernes de Dolores y al igual que en España, los caciques o señores dueños de los caseríos, poseían el derecho de propiedad sobre la población femenina quienes pasaban a ser ahijadas del amo. Cosas que en el sureste de México todavía se practican.
De tu escrito me encantó, pues lo veo como una docencia, la conexión independiente pero al mismo tiempo atada a la trama de los diálogos: con un narrador que conoce hasta los pensamientos de Dolores. gracias por esa enseñan…