Caen cenizas todavía ardientes sobre la pequeña ciudad y se anuncia un fuerte incremento de radiación para las horas siguientes; los pobladores corren a refugiarse en los sótanos, cargados de provisiones conseguidas con premura. Todo ello ocurre en la fértil imaginación de Saturnino Martel, quien cada día está más aterrorizado por las predicciones de guerra nuclear, que no vienen propiamente de los agoreros de fin de año, sino de los comentaristas políticos de la prensa.
Creen haberlo convencido sus parientes del poco crédito que hay que dar al sensacionalismo de los medios y ya cae en pánico por el próximo impacto de un asteroide con el planeta. Su primo, físico y estudioso de la astronomía, le indaga si la causa de su pavor está en la película de moda.
–No es por eso. Mira que últimamente nos han anunciado con frecuencia el paso de asteroides a poca distancia de la Tierra.
–Esa pequeña distancia es relativa; son millones de kilómetros, que parecen poco en comparación con el tamaño del sistema solar. Digamos que han pasado frente al dintel de nuestra ventana, pero no han tocado la casa.
–Entonces, ¿por qué la NASA ha enviado a DART a destruir un meteorito que viene hacia nosotros?
–Ante todo, no es un meteorito, sino un asteroide y no venía hacia nosotros; sigue su trayectoria lejana, pero fue seleccionado para experimentar el desvío artificial de un cuerpo celeste.
–Si hacen ese experimento es porque saben que ya se aproxima uno.
–Eso no es tan preciso. Por ahora, no se sabe de alguno que venga, a la fija, rumbo a nosotros.
–¿Y por qué no los detectan con esos telescopios tan poderosos que tienen?
–Hallar un astro que venga a nuestro encuentro es como buscar un alfiler en un pajar. En la inmensidad del Universo son encontrados diariamente miles de nuevos cuerpos y consume mucho tiempo estudiar la posición y la órbita o trayectoria de cada uno.
–¿No sabemos, pues, cuándo aparecerá uno que haga colisión con esta bolita en que vivimos?
–Así es, pero el experimento se está haciendo para perfeccionar la tecnología necesaria para el evento. Puedes confiar en que el bólido será detectado con tiempo suficiente para enviarle su kamikaze.
Saturnino pareció salir calmado de este diálogo, pero al día siguiente lo horrorizaron las noticias del cuarto pico del virus; consultó con un biólogo amigo y este le recomendó aislarse por un tiempo para evitar contagios, así que decidió ir a refugiarse en el sótano de su vivienda.
El hombrecito había hecho cavar y acondicionar un espacio amplio en ese sótano para protegerse de la guerra nuclear y ahora le serviría para eludir todos los contactos y hasta evitar corrientes de aire que pudieran llegarle con el virus a sus vías respiratorias. Se acomodó a sus anchas en un mullido sillón, encendió la TV y se estaba quedando dormido cuando se le derrumbó la casa encima.
–¿Bomba atómica? ¿Asteroide? ¿Qué chiste es este? –Fue lo que alcanzó a preguntar, antes de quedarse para siempre sin respuesta.
En su paranoia, Saturnino había mandado a construir un nuevo techo con poderosos refuerzos de acero, pretendiendo que resistieran el golpe de un meteorito y ocurrió que las considerables fuerzas transmitidas columnas abajo no fueron soportadas por los cimientos, que habían sido debilitados por la socavación en el sótano y toda la estructura cedió para darle gusto al ansia de desastre de este desgraciado habitante.
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Pobre Saturnino!!. Me recuerda un poco y salvando las distancias al cuento de la muerte espera en Samarkanda. Corren malos tiempos para la despreocupación pero hay que seguir y seguir, esconder la cabeza no sirve de nada. Enhorabuena! Un saludo, nos leemos.
Saturnino... alma de cántaro, no se puede vivir en un continuo ¡ay!
Muy acertado el relato en estos tiempos que corren.
Muy bueno tu relato, refleja un pensamiento generalizado entre lo común de las personas que se saturan de informaciones falsas basadas en comentarios de comentaristas, que no razonan ni buscan información seria de personas responsables con conocimientos astronómicos .
Saludos cordiales.Este mes no me dio el tiempo para participar porque tuve varios familiares con Covid.
Hola Carlos,
Buena historia y bien desarrollada. Su lectura provoca una lógica empatía con Saturnino. El cual en su afán de protección y su inocencia se deja llevar por las alarmas que transmiten los medios de comunicación. Al final somos nosotros mismos los que acabamos destruyendonos.
Un abrazo. Vibe(10 )
Bueno