Opciones: A: Policíaco - B: Novela Negra - C: Misterio - D: Terror
Había seguido las instrucciones cuidadosamente: la fecha, la dirección, el método. Aceché entre las sobras esperando el momento para lanzarme sobre él. Le llené la boca con un trapo (apretado, pero asegurándome de que pudiera respirar) y le puse las esposas (siempre guardo un par en el coche para estos casos). Silenciado e inmovilizado lo metí a empujones en el maletero.
—Como hagas un ruido te mato —dije al sacarle el trapo y de un portazo cerré el portón.
Así era como el cliente me había pedido que hiciera el traslado. Seguir las instrucciones es importante si quieres realizar el trabajo con éxito. Y siempre respetando las reglas del contrato:
“Causa dolor, pero sin daños permanentes”
“Respeta las claves y contraseñas”
Y la última que prevalecía sobre las otras.
“El cliente siempre tiene la razón”.
Tras casi una hora de camino (los últimos kilómetros en pista sin asfaltar para darle un viaje más movidito) llegamos a la casa de campo. Me había prometido que no volvería, y, sin embargo, aquí estaba otra vez.
Cuando fui a sacarlo del maletero y la cerradura no abría me preocupé. Esos pequeños imprevistos te recuerdan que en cualquier momento se pueden torcer las cosas. Todo debe seguir según lo planeado y mantener el total control de la situación. Si dudas o tienes miedo el cliente lo sabrá y perderás su confianza. La satisfacción del cliente es responsabilidad tuya. Y su vida también. Desechadas mis inseguridades y por fin abierto el maletero (copia de llaves para el coche y las esposas siempre a mano) vendé sus ojos y cargué con el ciego desorientado. Entré en la casa y comencé el descenso. Los escalones de madera crujieron bajo el peso de nuestros cuerpos, mi corazón latía con fuerza. El suyo también.
La mazmorra es una habitación de proporciones simétricas que contrasta con el caos de piedras irregulares que forman las paredes. Ganchos y argollas sobresalen de ellas y las cadenas se amontonan enrolladas en el suelo de tierra. Una bombilla desnuda irradia una luz cálida pero escuálida y toda la estancia tiene aire de cuadra para el ganado.
El único mobiliario “humano” es una silla de apariencia incómoda atornillada al suelo. A su lado yace acurrucada una bola humana que gime y solloza. “No tengas piedad” indicaba el apartado de notas adicionales. Me agaché manteniendo una buena técnica de sentadilla (la baja laboral no existe en esta profesión) y lo levanté en volandas para sentarlo en la silla. Con las manos atadas al respaldo y los pies a las patas traseras, se quedó suspendido como un mascarón de proa. Esta es mi posición favorita, se ven muy bellos mis cautivos.
—¡Dime cerdo chivato, ¿quién dio el soplo?! ¡Habla! ¡Eres tú al que hay que castigar?! —dije esto mientras sacaba la picana eléctrica y acercándosela a la entrepierna le solté la primera descarga. Como respuesta un grito y una mancha en la bragueta que comenzó a crecer de forma irregular. Cuando las primeras gotas caían al suelo le solté la segunda descarga, sin duda realzada por la humedad. Otro grito y por primera vez oigo su voz, ronca, afligida, suplicante:
¡Fui yo, lo confieso! Acepto el castigo... te ruego...
¡Silencio ya! — Mi mano chocó contra su cara girándola bruscamente a la izquierda (soy zurdo y esto siempre añade un toque inesperado a mis bofetadas).
Un largo silencio siguió al impacto y pensé que me había pasado, que esto era el final. De sus ojos caían lágrimas cuando finalmente volvió la cabeza y me miró. Eran lágrimas de sufrimiento, alegría y dolor que se siguieron derramaron durante las siguientes horas de castigo, tortura y humillación. Pierdo el sentido del tiempo en estas situaciones, todo se vuelve una nebulosa, una embriaguez de sensaciones encontradas, los efectos de una droga que te angustia y al mismo tiempo te da placer.
¡Baja!! Me doy de baja! — gritó la contraseña cuando no pudo soportar más el dolor... y todo se paró. Aflojé las ataduras, lo cubrí con una manta y salí de la mazmorra. Sin mirar atrás monté en el coche y conduje sin dirección. ¿Sería aquel mi último trabajo? En mi mente sus ojos todavía me miraban, llenos de lágrimas, llenos de pasión y devoción. Un tintineo electrónico indicó la entrada de un mensaje: «La sesión ha sido magnífica. Eres el mejor. Pago realizado. Pronto te mandaré instrucciones para la próxima lol.»
*
Cierre conteo anual 21/22: Corazones: 3, Comentaristas: 7
Se ha realizado el conteo del mes de febrero, 2022.
A nuestro compañero se le han otorgado DOS CORAZONES, por su relato.
Espero que estos hayan sido otorgados por sus compañeros con lecturas obligadas. Recuerden que a partir de este mes se están implementando las insignias, y es requisito obligatorio para las lecturas que son de ese carácter, el resto de lecturas al igual que la asignación es voluntaria.
Agradecemos a los que están participando con ello.
Contabilizamos los comentarios de los compañeros recibidos en cada relato y también en las demás entradas correspondientes a este mes.
Hola Carlos
Es terrible e impresionante, que haya personas que aguanten hasta el extremo el masoquismo.
No tengo nada que aclarar, solo dos cositas: sobras, que la falta la m. y derramaron, quizá mejor derramando.
Un saludo (7)
Hola Carlos, gracias por pasar por mi relato.
Esta historia estuvo a mi parecer excelente, muy buenas descripciones, ambientación genial y excelente giro final.
Las únicas dos cosas que podría señalar como para corregir, son el error de dedo al inicio donde escribes "sobras" y creo que era sombras y la otra es la parte en que lo mete al maletero que dice "de un portazo cerré el portón." No sé si te refieres que cerró con fuerza el maletero del carro, porque portón seria de una casa.
Saludos
Wanda Reyes
Hola, Carlos. Me gustó mucho tu relato y en general solo encontré dos pequeños errores además de lo que ya te indicaron. En la frase “dime cerdo chivato”, te falta una coma, pues lo correcto sería “dime, cerdo chivato“ ¿Notas la diferencia? Y noté un signo de admiración mal escrito. Por lo demás todo está excelente. Enhorabuena, mucha suerte y un abrazo.