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Caida libre - Ocitore - (+18)*


¡Voy a caer! ¡Voy a caer!!Voy a caer! Se decía en su sueño. Estaba tieso, sudoroso y frio. El vértigo le causaba esa reacción y no podía evitarla. En la vida real era una persona muy centrada, podía controlar sus nervios y lo más asombroso era que no le temía a las alturas. Podía subir a un rascacielos y mirar con calma el paisaje y la gente moviéndose como marabunta de hormigas trescientos metros abajo. Sus empleados y compañeros lo apreciaban y tenían muy buena opinión de él ¿Cómo llego a suceder una cosa tan incoherente? —se preguntaba a sí mismo— ¿Cómo pudo sucederme algo así?


Fue en una fiesta. Llegó con una de sus compañeras de trabajo. Al principio, bailó con ella y la atendió como si fuera su pareja, pero Liliana encontró a un chico que le gustaba y se fue con él. A partir de ese momento empezaron a suceder cosas raras. Probó por primera vez los estupefacientes. No lo obligó nadie, ni tampoco fue por su voluntad, más bien un accidente. Él se inclinó sobre la mesa un poco somnoliento y aburrido, la mujer con quien había estado conversando de cosas triviales lo empujó un poco y lo dejó con la nariz frente a un montecito de polvo blanco, luego en un sobresalto se le metieron todas esas partículas níveas por las fosas y se despertó. No sintió el efecto hasta que salió del aseo.


Al observar con atención distinguió seres extraños a su alrededor. No tenían un aspecto terrestre. Algunos lo miraban a través de unos hoyos viscosos que tenían en la cara. Uno de ellos lo cogió del brazo y lo condujo a un dormitorio. Se vio abrazado por largos tentáculos, el contacto con esa viscosa piel era horrible y solo gritando podía compensar esa desagradable sensación. Estuvo así media hora hasta que se quedó dormido. Despertó y se dio cuenta de que estaba en un hotel. Recordó lo que le había sucedido la noche anterior y se fue a vomitar, pero no pudo. No tenía nada dentro del estómago y, lo peor, no sabía si lo tenía o no. Se trató de tocar el vientre para cerciorarse de que era humano.


No pudo contenerse cuando se miró en el espejo. ¡Me voy a morir!!Me voy a morir! —en lugar de esas frases decía algo inconcebible, algo que no era lógico y le parecía estar viendo a través de unas gafas raras. Unas lentes que distorsionaban su realidad. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué tipo de realidad era la suya? Recordaba perfectamente que se había ido en una nave espacial y que había llegado a otro planeta, que había vuelto a la Tierra y hasta antes de aquella fiesta su aspecto había sido normal, sin embargo, ahora su cerebro lo engañaba. No pudo ni oler, ni oír. Será un virus, pensó, es normal que se bloqueen, necesito medicarme.


No pudo ir a la farmacia ni a ningún otro lado. Estaba encerrado en una burbuja, algo se le acercó y comenzó de nuevo la mala experiencia de la vez pasada. Los tentáculos volvían a enrollarlo, intentó desprenderse, pero lo único que consiguió fue atascarse más entre sus extremidades. ¡Voy a caer!!Voy a morir!!Voy a caer!!Voy a morir! —ya no sabía nada. Pasó esa media hora desagradable y se dijo que ya era el momento de despertar. Revisó mentalmente las partes de su cuerpo. Movió los pies, las manos, la cabeza y la cintura. Todo estaba en orden, ya podía salir de la cama. Puso un pie en el piso, se incorporó y quedó sentado en el borde del colchón, se restregó la cara con las manos, respiró con fuerza y se levantó. Menudo disparate he visto en ese mal sueño, dijo rascándose el trasero.


Llegó al baño y se posó frente al espejo. Tenía una gran cabeza cíclope, en la boca tenía un gran colmillo y sus brazos eran largos, viscosos y muy flexibles. Sonrió con alegría. Es la décimo quinta vez que sueño esas tonterías, le comentó a su reflejo, de seguir así, tendré que dejar las lecturas de ciencia ficción. Ese planeta Tierra del que habla Asmenovich es brutal, adictivo, lástima que solo sea una ilusión y que esos humanos solo sean un invento muy original.

*




Editor: Por el contenido de sustancias alucinógenas se le da clasificación +18

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