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Foto del escritorCarla Daniela

CAMBIO DE PLANES - Isan



Llevo un rato en la cama mirando al techo. El despertador no ha sonado, así que imagino que será pronto. No oigo a mis vecinos en sus broncas diarias: la madre con los hijos, los hijos entre ellos, el padre contra todos, el bebé que no para de berrear y los vecinos de abajo golpeando el techo con la escoba conminándoles a que se callen. La misma escena se repite de lunes a viernes entre las siete y las nueve. Los fines de semana me dejan hasta las diez. Hace apenas un mes que estoy en este apartamento y parece que he pasado toda la vida.


Algo me está ocurriendo. Una extraña sensación recorre mi cuerpo. No sabría concretar qué. Diría que es una inquietante mezcla de frío y miedo. No es que me encuentre mal, al contrario. Noto que el aire que respiro parece que me quema los pulmones pero, a su vez, me pone eufórico. Debe ser el aire acondicionado. Tendré que decirle al casero que me lo cambie. Afuera se ha calmado ese viento infernal. No llueve.


Mañana será mejor que llame a Laura. ¡Qué complicadas son las tías! “Y qué primarios los tíos”, me contestaría ella. Tengo que reconocer que todavía la quiero, pero, en fin, sea como fuere no ha funcionado y no se puede dar marcha atrás. Sobre todo después de la bronca y de que se me fuera la mano. Tendré que firmar esos papeles. Al menos así veré a Maite y Lucas cada quince días. Con el piso no tengo nada que hacer. Ya puede ser bien privativo mío, pero habiendo hijos por medio y la custodia que me quitaron… La Justicia es implacable.

Aquí no estoy mal. El alquiler está apañado y cerca del curro. Si no fuera por este aparato que me está secando la boca y jodiendo los pulmones... A ver si me lo arregla para el próximo sábado que tengo cena con los colegas y unas pibas que traerán. Ensalada de bogavante, percebes y Albariño a discreción. Lo mejor para el ácido úrico ¡Si me viera Laura!, ja, ja, ja. No quiero ni imaginar la escandalera que montaría.


En la oficina tengo que empezar a moverme. A estas alturas, el tío de Laura ya habrá diseñado su venganza. Me veo con una diana en el trasero. Se va a jubilar ahora, pero antes de irse es capaz de colgar mi cabeza en su despacho como un trofeo más, o destinarme a alguna sucursal en el culo del mundo, que ya me lo ha insinuado alguna vez. Por qué no le habría hecho caso a Tomás: “Ni se te ocurra aceptar ese puesto. Te vas a meter en la boca del lobo, te van a tener agarrado por ahí de por vida y cuando te decidas a dejarlo, ya no te querrán en ningún sitio”. Veré cómo juego mis cartas.


Estoy cansando de estar en la cama y no quiero pensar más. Voy a pasear para sentir el frescor mañanero. Iré deprisa para desentumecer músculos.

¡Uf!, me cuesta andar. El entorno está desierto e inmóvil. Parece como si la vida se hubiera congelado en un instante. Todo parece sutil y vaporoso, de un gris mortecino que desvanece los perfiles de las calles. Los coches están parados en medio de la vía. ¡Mira!, ese parece el mío. No puede ser, ese está destrozado. Ayer lo dejé bien aparcado en el garaje. No puedo seguir, no me responden las piernas. Ahí hay una iglesia. Hace tiempo que no entro, pero me vendrá bien para descansar y tranquilizarme. El ambiente aún conserva aroma de incienso. Una campana deja sonar los últimos golpes de badajo con un tañido cada vez más lento e imperceptible. Acierto a ver cómo el pábilo de una vela exhala el último suspiro. Siento en mi brazo el golpeo de una gota de agua. ¿Una iglesia con goteras? Cómo cambian los tiempos, los curas sin blanca para arreglos.


No entiendo lo que me pasa. Si no fuera porque estoy despierto, diría que es la pesadilla más extraña de mi vida. Me vuelvo a casa y me meto en la cama. No me puedo mover. Comienzo a oír un murmullo y gente a mi alrededor bullendo sin sentido. Reconozco algunas voces pero no sus rostros. Me limito a contemplar absorto el espectáculo. Algo baja lentamente sobre mí y me deja en la penumbra. Una raya de luz se hace cada vez más tenue hasta la total oscuridad.


Descansaré un rato.


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27 Comments


Osvaldo Vela
Osvaldo Vela
May 30, 2020

Hola Isan.

Vaya pedazo de relato, Se mueve rápido pero sutil. El personaje parece tener prisa de algo que no se menciona pero se intuye. Lo suyo es un divagar en un entorno que es nuevo apenas de un mes de edad pero que le afecta. Puede ser el aparato de aire pero por los calores que siente puede ser el mismo infierno.


El querer divagar y no poder, no detiene a su imaginación que se pasea en una iglesia donde el aroma a incienso persiste. Y por último una bolsa que lo cubre y una luz que va desapareciendo como una raya de luz hasta la oscuridad total.


La comparación, que quedó escrita casi brutal por su claridad, es…


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Isan
Isan
May 27, 2020

Hola, Mario.

Ese bucle sin fin que imaginas podría ser terrorífico. Cuanto más rápido mejor para todos.

Ando liadillo y me había olvidado de ti que siempre comentamos, así que ahora me paso.

Un saludo.

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Mario Fernández
Mario Fernández
May 26, 2020

Hola, Isan:


¡Vaya relato!

Me parece una gran interpretación sobre lo que ocurre en el momento de morir, o justo antes, o justo después... has conseguido sumirnos a todos en esa algarabía de recuerdos superpuestos del protagonista, que en paz descanse.

Puestos en este tema tan turbio, me parece más posible tu propuesta sobre la experiencia de la muerte que esa tan extendida que asegura que vemos pasar toda nuestra vida por delante. Si fuese así... ¿a qué velocidad? Podría perfectamente estar recordando que escribí este comentario, lo cual sería bastante desalentador. Además, al reproducir todas tus experiencias, también reproducirías la última, que es reproducir todas tus experiencias, y así hasta el infinito... en fin, me convence más tu teoría.


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Jorge García Labajos
Jorge García Labajos
May 25, 2020

Hola...una de esas historias que cuando las lees...queda un suspiro.

Hasta pronto.

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Leonardo_Ossa
Leonardo_Ossa
May 23, 2020

Isan, gracias por tu gentileza al visitar y comentar mi participación de este mes. Nos volveremos a leer. Saludos.


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