El calor apretaba en la Sierra, Curro Jiménez y sus bandoleros esperan escondidos entre los riscos la Diligencia que desde Córdoba se dirigía a las Provincias del Norte, el caballo relincho y Curro le palmeo el cuello.
Sus bandoleros ocultos en las rocas esperaban la señal.
Curro diviso un remolino de polvo a lo lejos –allí estaba el carruaje –
La señal fue captada por los hombres que en sus monturas y con el trabuco amartillado la esperaban, los caballos relinchan, la Diligencia se aproximaba y Curro Jiménez se lanzó seguido de sus hombres ladera abajo hasta ponerse a la altura de los caballos del carruaje parándose.
Una vez detenida y rodeada por los bandoleros enmascarados Curro se aproximó abriendo la puerta del carruaje se encontró con tres personas: Un fraile, una mujer rubia que no parecía española y un hombre con gafas redondas, traje negro y lazo de colores al cuello.
–Si me obedecen no les haremos daño – ordeno a los viajeros mientras a los conductores vigilados por los bandoleros sin poder utilizar su armas que rápidamente Estudiante se hizo cargo de ellas.
Curro ordeno a Algarrobo que mantuviera los ojos bien abiertos vigilando si alguien venia y este palmeo el trabuco amartillado y listo para disparar.
El bandolero ordeno bajar del carruaje a los pasajeros y con ademanes enérgicos les ordeno que depositaran en el sombrero que Gitano tenía entre sus manos sus objetos personales, muertos de miedo obedecieron y en el sombrero depositaron, relojes, pulseras, cadenas alguna de oro y a Curro le llamo la atención un juego de anillo, pendientes, cadena de oro con estrella y pulsera de brillantes que la pasajera puso en el sombrero, aparentemente de mucho valor.
Lo depositado en el sombrero de Gitano parecía valioso pero Curro Jiménez buscaba otra cosa y era un baúl que debería estar junto a los equipajes, lo localizo marcado con un sello de la empresa minera a la cual pertenecía y que contenía gran cantidad de billetes de banco destinados a sus oficinas centrales en Madrid.
Curro abrió el candado con su navaja cabritera y sonrió satisfecho, el chivatazo que le habían dado era cierto, allí había mucho dinero, más de lo esperado.
A los pasajeros les ordeno abrir sus equipajes, quería llevarse todo cuanto hubiera de valor en las maletas y uno a uno fueron abriendo el suyo encontrándose con los objetos más dispares desde una pistola hasta un joyero de la viajera que contenía gran cantidad de joyas, pasando por un Misal del fraile que según él era un ejemplar de alto valor histórico todo ello fue depositado en el sombrero que Gitano tenía entre sus manos.
–Devuélvanme el Misal –suplico el fraile sin el no puedo decir misa.
Curro Jiménez lo miro y compadeciéndose ordeno mirando a Gitano que se lo entregara.
–Muchas gracias por su colaboración caballeros, milady han sido ustedes muy amables estándose quietecitos y obedeciendo mis órdenes suban al carruaje y sigan su camino.
–Vosotros –dijo mirando a los conductores de la diligencia, seguir hasta la próxima parada de postas allí podréis descansar con los viajeros.
Como por encanto los bandoleros desaparecieron entre los peñascos de Sierra Morena, la Diligencia siguió su camino hasta la casa de Postas en la que dieron cuenta del asalto sufrido.
El Corregidor y el Alcaide locos de furia ordenaron formar una partida para buscar a los facinerosos aunque sabían de sobra que no los encontrarían.
En su guarida serrana Curro Jiménez y sus hombres se repartían el botín, después vender las joyas con el dinero obtenido una parte lo reservaban para repartir entre gente necesitada y entregaron parte de cada uno a un conocido de la banda para socorrer a su hijo enfermo, la guerra asolaba la península y las condiciones de vida en la Serranía eran de extrema pobreza.
En un figón Curro y sus hombres escuchaban la canción: Debajo de la capa del bandolero mi corazón amante vuela que vuela, el juez te busca para prenderte y yo te busco solo para quererte, que noche y de día mi puerta abierta….