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—¿En el desfiladero? ¿Tú te escuchas? ¡Eso es absurdo!
—Bueno, puede que tú lo veas absurdo, pero no por ello tiene que dejar de ser cierto.
—No, «atontao», nada de lo que dices tiene sentido: ese sitio es un despeñaperros inexpugnable, una trampa casi mortal para el necio que se adentre sin cuidado. ¿Me estás hablando enserio? ¿Quién va a vivir allí? ¡Por favor...!
—Te entiendo, yo pensaba igual, pero cuando lleguemos lo entenderás.
—Esto..., ¿es que al final vamos a subir al puñetero desfiladero? Estás más loco de lo que pensaba.
—Lo has prometido, me has dicho que no tendrías miedo de ir.
—Ya, pero pensaba que estabas de broma, como siempre...
—Pues ya ves que no, así que vamos, ¿no te irás a rajar ahora?
—Bueno, es que, eso... ya sabes...
—¿Qué sé? ¿Qué es eso?
—Pues... ¡que qué vértigo, joder!
—¿Vértigo? Esto va más allá que tal cosa; aquí no solo vas a tener la típica vocecita interior picando tu miedo con ese «voy a caer».
—¿Y por qué quieres ir? En serio, dime, ¿qué es lo que te pasó allá arriba?
—A mí solo no, a nosotros.
—¿Vosotros? ¿Hay más personajes en esta tontería de historia?
—¡Claro! Yo solo no subo ni de broma. Estábamos Pepito, Juanito, Antoñito y yo, y...
—¿Pepito? ¿Ese es el hijo de la Mari?
—¿La Mari? No..., es el hijo de la costurera.
—¿La costurera? ¿Quién es la costurera?
—Pues quién va a ser, la que hace los trajes.
—Joder, ya sé que una costurera hace trajes, pero me refiero a quién es, a la persona en sí.
—¡Es que no pareces del pueblo, tío! La Trini, «pasmao», es la Trini.
—¿La Trini? Si yo pensaba que la Trini era la peluquera.
—No, la peluquera es la Susi, que, además, valga la redundancia, es la madre de Juanito.
—El Juanito que también iba con vosotros ese día, ¿no?
—Exacto. ¿No lo conoces?
—De pasadas..., además, yo pensaba que la Susi no se había casado.
—Claro que se ha casado, tonto, y con mi amigo Andrés. La que no se casó fue la Trini, la madre de Pepito.
—¡Ah! Pues eso...
—¿Eso qué?
—Pues que me sorprende que tuviera a Pepito sin casarse.
—No me seas antiguo, por favor, hoy en día hay madres solteras tan capaces como cualquier matrimonio.
—Ya, pero eso de llevar a un hijo a solas... Debe de ser costoso.
—¿Y tú que sabrás?
—¿Yo? Por lo visto nada, ni siquiera sé de qué va la tontería de historia que me estás contando.
—Es que no me dejas...
—¿Yo? Eres tú que te vas con tus ñoñerías de pueblo.
—¡Vale! Pues calla y escucha... A ver, estábamos Pepito, Juanito, Antoñito y yo, y...
—¿Y Antoñito quién es?
—Ya te lo he dicho; ese es el que vive en el desfiladero.
—Sí, y por eso te digo que es absurdo que alguien pueda vivir allí. En ese lugar no hay nada, ni las cabras se atreven a saltar por sus peñascos.
—Pues es verdad.
—¿Verdad? No me lo trago, además, no me suena conocer ningún Antoñito por el pueblo, ¿de quién es hijo?
—¿Atoñito? Pues mira, ahí está el «quid» de la cuestión; y es que de Antonñito nadie sabe quiénes son sus padres.
—¿Nadie? ¿No es del pueblo?
—No exactamente.
—¿Y por qué no se sabe nada de sus padres? ¿O porque no lo sepas tú ya nadie puede saberlo?
—A ver, sí lo sé, lo que pasa es que...
—¡¿Qué?!
—Es que es no los tiene... Antoñito no tiene padres.
—¡Venga ya! ¿Cómo no va a tener padres? Todos tenemos un par de progenitores aunque, por desastrosas razones del destino, haya gente que no los conozca.
—Pues en este caso, no los tiene.
—¿No los tiene? ¿Es adoptado? Aunque, siendo adoptado, no dejaría de tenerlos.
—No, no es adoptado.
—¿Un niño probeta?
—Tampoco.
—Ya empezamos... Déjame pensar con tu absurda lógica... ¿Es... un ser de otro planeta, entonces? ¿Es eso?
—Bueno, te vas acercando.
—¿Quieres decir que es extraterrestre? ¿Que me acerco por eso? Estás chiflado.
—No, quiero decir que tienes que dejar de pensar racionalmente para entender esto.
—¿Entender qué?
—Que el tal Antoñito vive allí, y lo hace solo, sin nadie más, y que no puede moverse de ese lugar frío y peligroso, vagando y apenado y sin otra cosa que hacer y...
—Entonces... ¿Un fantasma?
—Yo no digo nada...
—Joder... Me estás acojonando.
—¿Acojonando? Pues espera a llegar al desfiladero...
*
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Hola Pepe, he leído de nuevo tu cuento y sabes que lo disfruto mucho con esos diálogos tan auténticos y divagantes, que no me importa la absurda situación en que se encuentra Antoñito. La intriga queda planteada para la imaginación de cada uno. Y el vértigo suspendido de igual manera.
Pepe:
¡Muy entretenido! Y, a medida que se lee, va entrando el suspenso, del que finalmente no salimos, sino que salimos del cuento.
Me encantan estos relatos medio ilógicos, medio surrealistas.
No tengo observaciones de forma.
¡Felices fiestas!
Hola Pepe,
estupendo relato, con diálogos dinámicos, y además, con un genial toque de humor.
Me ha gustado aunque no hemos conseguido ver al fantasma, se nos ha echado la noche encima.
Felices fiestas. Vibe (1)
Hola Pepe.
Me ha gustado mucho, parece una historieta de amigos que van al desfiladero. Nos dejas intrigados en que habrá allí. Que pena, me he quedado con las ganas de saber de Antoñito. Un detalle :" Es que es no los tiene... Antoñito no tiene padres." Yo pondría "Es que no los tiene...
He disfrutado leyéndolo.
Nos seguiremos leyendo y "Felices Fiestas" (10)