El gallito de goma
Ayer saqué el cajón de mi mesa de luz con el propósito de ordenarlo. Enseguida me llamó la atención algo envuelto en un papel, que decía: “este gallito te lo regalé cuando tenías cinco años, porque siempre que me visitabas en el campo, te gustaba mucho el canto de los gallos”. Decía algo más, pero estaba roto...
—¡Qué suerte haberlo encontrado después de tantos años perdido!, dije, llevándolo al pecho con cariño.
Leí el mensaje otra vez. Era la letra de la abuela, grande, un poco ovalada, sin mucha inclinación, escrito con lápiz. El gallito, tenía muchos colores, era flexible, de goma, muy bonito.
Al tenerlo entre mis manos me invadió una sensación agradable y extraña. Al momento todo se transformó en un torbellino de recuerdos. Giraban en una calesita: el amanecer, los trinos de los pájaros, los gritos de los teros y ¡el canto de los gallos!; ¡aquel paisaje campesino pintoresco y atrapante!
El obsequio encontrado y el mensaje de la abuela, me causaron una gran alegría!
Estaba aturdida, emocionada...
Pensé después: ¿dónde lo habrá encontrado? ¡Si pudiera preguntarle!
Imposible saberlo. Recuerdo que lo buscamos toda la tarde por el camino de la casa a la laguna y nada. Para consolarme prometió que lo encontraría… ¡Ella siempre tan buena!
Guardé el cajón. Ya no me interesaba el arreglo.
Pensé que sería mejor despejar la mente.
Resolví entonces, salir a la vereda a tomar aire, sol, a mirar lejos, como me gustaba de niña ver el horizonte.