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Ignacio ofuscado por lo acontecido durante el día decidió alojarse en el hotel Esplendor.
Cuando llegó el conserje se encontraba discutiendo con una señora joven, pequeña y mal vestida, como todas las rioplatenses. Deambuló por el lobby, le llamó la atención que en la pared donde comienzan las escaleras estuviera escrito el primer párrafo del cuento de Cortázar: La puerta condenada.
El edificio, con una larga historia, originalmente teatro y hotel, pasó por sucesivas transformaciones hasta ser remodelado. Sobre el dintel del acceso original, aún se lee, gravado en relieve: “HOTEL CERVANTES”.
Nuestro amigo no es una persona particularmente interesada en la literatura, de modo que el relato del escritor argentino, realizado hace 65 años en ese mismo hotel no era de su particular conocimiento ni interés.
Más tarde el conserje, que tampoco era un especialista en la materia, pero sí conocía su función y como interesar a los huéspedes le informó que Bioy Casares había escrito un cuento similar, donde el protagonista, si bien se alojó en otro hotel de Montevideo escribió: “Juraría que al chofer del taxi le ordené: «Al hotel Cervantes».” —El argumento es muy similar al de Cortázar —agregó.
En ambos cuentos los huéspedes escuchan voces provenientes de la habitación vecina, el primero la voz de un niño a través de la puerta condenada, el segundo la voz de una mujer peruana. Ambos ven figuras enigmáticas, una joven insignificante o un anciano decrépito. Años después los escritores se reunieron y conversaron sobre la similitud de sus cuentos, de las coincidencias y del azar. Pero es sensato preguntarse qué otra cosa puede sucederle a un personaje solo en la pieza de un hotel, salvo escuchar lo que acontece en la habitación contigua.
En el formulario de ingreso, sin percatarse, Ignacio estampó Petrone. El nuevo huésped eligió el segundo piso. No estaba disponible la habitación utilizada por el escritor (205). Al ingresar leyó los cuentos completos en el móvil. Petrone es el personaje del cuento de Cortázar. A través de una puerta clausurada y disimulada con un armario, durante las noches él escuchará, alrededor de las dos de la mañana, el llanto de una criatura y la voz de la mujer que trata de calmarlo.
Ignacio recordó los populares cuentos de aparecidos. Estos se desarrollan generalmente en viejas casonas de las zonas rurales, ambientados con personas fallecidas en circunstancias particulares. En un hotel, diseñado como tal, esas cosas no deberían suceder. El mismo Cortázar, seguramente consciente del argumento, escribe una hipótesis refiriéndose a la puerta clausurada: “pasaba lo que, en tantos hoteles modestos, instalados en antiguas casas de escritorios o de familia”. Una expresión que busca el misterio de la antigüedad y de la historia desconocida del edificio.
Esa noche, cuando el reloj del móvil indicaba exactamente las 2:30 de la mañana Ignacio despertó con el ruido producido por el llanto de un bebé. No se escuchaba la voz de una mujer intentando calmarlo. Él buscó desesperadamente la puerta clausurada y no la encontró. Recordó que ni siquiera estaba en los planos del edificio, según le había indicado el portero con elocuencia. Pensó que había sido solo un argumento sacado de su mágica galera por el escritor, quien siempre dijo de sí que era un escritor aficionado.
Al final el nuevo Patrone intentó reconciliar el sueño. No le fue sencillo con el niño llorando desesperadamente sin que nadie intentara calmarlo. Parecía chiste, pero no, era completamente real. La misma mujer que había visto al ingresar, y vaya si se parecía a la del relato, hizo girar la llave de la puerta, aunque las puertas actuales no tienen llave, en el sentido tradicional. Después sintió como ella entonaba una canción de cuna y mimaba al bebé.
A la mañana siguiente la puerta de la habitación de al lado estaba entornada; pudo ver la llave sobre la mesa de luz contigua a una cama sin destender. A su lado yacía un antiguo alfiletero con al menos una decena de alfileres. Tomó fotos con el celular. Posteriormente al intentar verlas se enojaría consigo mismo. Como le ocurría a menudo, la cámara estaba en el modo selfi y solo se veía su cara temerosa.
Después del desayuno, con su mínimo equipaje, se dirigió a cancelar la estadía. Otro conserje lo atendió, tan amable como el del día anterior, y le preguntó como había pasado la noche en ese hotel fantasma. Respondió que bien, que había dormido como un lirón toda la noche.
Entonces se preguntó: ¿cuántos otros habrían dado la misma respuesta?
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Es para mí un placer haber podido participar en este encantador grupo. Agradezco sus comentarios. Han sido de suma utilidad.
Hasta la próxima.
Marcos
Hola Andrade,
Como no tengo el placer de conocer las lecturas a las que haces mención me veo obligada a tratar el texto por si solo y después de leer los comentarios me doy cuenta que pierdo mucho. Así que me quedo con los comentarios que te hacen los que me preceden.
Un abrazo. Vibe(10 )
Hola MT Andrade
Interpreto como un sueño , al recordar los cuentos que leyó antes de irse a dormir. La puerta condenada, debe ir entre comillas.
Un saludo (4)
Hola Andrade
Me parece que hay mucho de creatividad en tu cuento, ese paralelo entre el cuento de Cortazar y de Bioy Casares con lo que le sucede a Ignacio es muy creativo. Tiene un personaje central y otro incidental como los dos conserjes. Se crea una atmosfera de susto, con lo de los fantasmas.
Las observaciones que hago a continuación son sugerencias o aspectos que pudieras ajustar.
Cuento escrito con un narrador en tercera persona, bastante entrometido en el cuento, dado que hace comentarios relacionados con los escritos de Cortazar y Bioy Casares.
Considero que tanto el conserje como Ignacio, al no ser muy cercanos a la literatura como lo manifiesta tu cuento, no tendría porqué manejar tantos elementos…