Juliana salió al jardín a recibir el cálido sol. La azotaron unas ráfagas de viento veraniego que desordenaron su peinado y jugaron con su falda, la que tuvo que componer con las manos. Se quedó allí plantada, repasando los acordes de aquella canción de Nino Bravo, que le recordaba a su amado…
Si no estoy junto a tí, pero crees sentir que yo estoy a tu lado
Si no estoy junto a tí, pero crees sentir lo que sientes amando
No te asustes, mi amor; te lo voy a explicar; no te asustes, mi amor
Es el viento que te habla, que acaricia tu corazón
Es el viento que te besa
Es el viento que soy yo
Bajó del séptimo cielo, cerró la puerta tras de sí y pasó del gozo a la melancolía. Tres o cuatro lágrimas descendieron de sus ojos, para regar las marchitas flores de su amor e intentar revivirlas. Él se había ido sin decir adiós, sin dejar rastro. Ella saltaba todos los días de la ilusión de volver a encontrarlo a la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue. Solo habían salido tres o cuatro veces… tiernas caricias, fugaces besos, flores, brindis, palabras dulces, promesas. Nada más, pero estaba segura de que ahí ardía un amor profundo.
Le llegó una carta. Su corazón dio un salto, sus dedos no le obedecían, el papel no salía del sobre. Súbitamente, decidió quemarla sin leerla; al ponerla en la llama, sufrió un quemón en su mano y no supo si las lágrimas derramadas venían del dolor físico o del espiritual.
Después de la boda, en una reunión familiar, ella hizo sonar aquel bolero…
Y qué hiciste del amor que me juraste
Y qué has hecho de los besos que te di
Y qué excusa puedes darme si faltaste
Y mataste la esperanza que hubo en mí
En un descuido, Ramiro la llamó aparte, la llevó al jardín y le reclamó por no haber contestado nunca la carta en que le anunciaba volver a la ciudad a casarse con ella o a celebrar nupcias con su ocasional amante extranjera. Con su timbrada voz, le cantó esta estrofa (modificada) del bolero…
Y pensaba que en mi vida fuiste flama
Y el caudal de mi gloria fuiste tú
Y llegué a quererte con el alma
Y me mató de tristeza tu actitud…
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