A menudo te preguntas porque no la recuerdas, no hay motivos. Esa Navidad pasaban las fiestas en otra provincia, la séptima mudanza. Se mezclaban los preparativos con decidir cómo y dónde pasarían esas fiestas tan especiales.
Es curioso que ella siempre estaba ayudando, no sé si alguno se daba cuenta que era indispensable en sus vidas. Estabas más atento a que no se perdieran tu bicicleta y el juego de cartas.
Esa Navidad la pasaron en una casa inédita en el medio del campo, nunca vieron ese cielo en otro lugar, pleno de estrellas como manto sagrado. Comieron en el jardín en una mesa grande, cada plato lo había preparado con esmero mientras los demás ordenaban cajas en los dormitorios, sin embargo, aun recuerdas sus cantos en la cocina. Los regalos los decoró con moños de colores celestes, rojos y amarillos, los buscaste con ansias, allí estaban debajo de un pino, ahora de verdad, en el medio del jardín, entre tus regalos unos zapatos nuevos y un juego de cartas. Ese año no hubo fuegos artificiales ni música, ya no estaban en una ciudad, ahora se escuchaban los grillos cantar.
Porque será que te cuesta tanto rescatar de la memoria esa mirada y esas manos tan presentes, las que hacían milagros con los quehaceres de la casa, la que acompañaba la llegada del sueño con ternura.
Se acostaron temprano, con risas y llantos, asustados con las nuevas aventuras que vivirían. Ella estuvo allí, cantando y contando historias de duendes y hadas. Por la ventana miraron el cielo diáfano todavía estrellado.
Te preguntas ahora porque no la recuerdas si tanto lloraste cuando te avisaron que la abuela murió, sin dolor, durante esa Nochebuena, mientras todos dormían.
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Imagen: Cortesía Pexels.com - Felicita a tus seres queridos imprimibles y Whatsapp (link de acceso)