"No puedo. Imposible. Demasiado tarde. No sirvo para nada. Parezco tonto. Todo me sale mal. Soy un inútil, un fracasado. Me rindo. ¡Dejadme!" balbuceaba Viento desde el pináculo más alto del derruido castillo.
"¡Espera!" espetó Aire, "¡te ayudaré!"
"¡No! ¡No! ¡Nóóó!" replicó convertido en vendaval.
En el forcejeo cayeron por el precipicio. El eco repetía " ¡mierda, erda, erda…! ¡voy a caer, er, er…!"
Mientras Huracán intentaba recuperar a sus hermanos en un loco aleteo sin éxito, de sus espaldas se desplegaron unas inesperadas alas, las alas de Ícaro... pero Fuego, sin piedad, acabó consumiendo todo el oxígeno de sus plumas.
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