Safira se había despertado, sentía el calor antes del amanecer de aquel día del verano africano soplando el viento del desierto, esperaba que el vigilante empujara la puerta obligando a levantarse a las prisioneras esclavas detenidas por los traficantes que explotaban las minas de oro.
— Perras levantaos, tenéis trabajo que hacer, —grito el vigilante.
Safira y sus compañeras se levantaron recogiendo el jergón y saliendo al exterior donde el desierto implacable les golpeó con el viento cálido.
Entraron en el almacén destinado a las prisioneras y una mujer gritándoles le ordenó a cada una sus tareas, separo a Safira y a Lama su compañera de jergón y les dio instrucciones de lo que tenían que hacer después de tomar el mendrugo de pan mojado en un líquido de color café.
—vosotras dos venir conmigo a la tienda del jefe, arreglaos un poco para estar presentables.
Safira y su compañera ya conocían lo que significaba ir a la tienda del jefe minero y como era viernes según el calendario colgado en la pared sabían que servirían de juguete sexual para aquellos desalmados, la ventaja es que les permitirían asearse en la ducha del jefe y comerían mejor que el resto de las esclavas.
Safira no era como las demás prisioneras, nadie conocía que pertenecía al Servicio Secreto de su país y la habían infiltrado en la mina para descubrir quienes eran los traficantes.
Oculto entre sus ropas tenía un teléfono móvil listo para cuando llegara el momento enviar las coordenadas y que sus compañeros del Ejercito asaltaran el campamento.
Una vez en la tienda el jefe de los traficantes les echo un vistazo y quedo conforme con el físico de las chicas.
—Entrad en ese cuarto y ducharos, cierra la ducha al terminar, tenéis todo tipo de potingues para poneros guapas y no tardéis mucho que estoy impaciente por comenzar la fiesta.
Temerosas entraron en aquel cuartucho y se desvistieron teniendo Safira buen cuidado de ocultar el móvil, una vez duchadas y aseadas también vestidas con las ropas que les habían dejado salieron a la tienda donde las esperaban tres hombres que impacientes por estar con ellas las tumbaron en la alfombra para satisfacer sus deseos sexuales.
La primera fue Safira y a continuación su compañera de cautiverio, Safira sintió como la penetraba el mayor de los hombres que estaban en la tienda y cuando terminó, satisfecho le ordenó que se vistiera y comiera de lo que había en la mesa, también le dieron de beber algo parecido al te.
Fue tomada por otro de los hombres con idéntico resultado, una vez satisfechos sus instintos primarios fue apartada brutalmente del lecho.
Se olvidaron de ellas y entraron dos hombres más que se pusieron a comer y beber sin hacer caso de las dos mujeres, pero Safira como Agente Secreto que era y escuchando las conversaciones supo que aquellos cuatro hombres eran los más buscados traficantes que su país tenía en el punto de mira.
—Vosotras, salir fuera que cierro la puerta hasta que necesitemos vuestros encantos.
En la calle su compañera se refugió bajo la sombra de una palmera que tenía enfrente, Safira se apartó y al quedar sola pudo marcar en el móvil un mensaje cifrado que contenía las coordenadas del sitio donde se encontraban.
No transcurrió mucho tiempo cuando sintió un zumbido y todo se volvió humo, gritos y chozas ardiendo, los drones del ejercito arrasaron con todo, casi a continuación bajaron del cielo un grupo de paracaidistas que aterrizaron justamente en la tienda donde estaban los cabecillas traficantes de oro, el jefe paracaidista entrando cerró la puerta de la tienda y apresó a los bandidos.
La operación fue rápida, liberados los esclavos y esclavas que como Safira las tenían para trabajar y satisfacer los deseos sexuales de los jefes y como prostíbulo para los mineros.
Safira fue condecorada por la acción en la que había tomado parte y ascendida de grado, después de unas cortas vacaciones fue enviada a otro lugar para desempeñar otra misión.
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