La libertad (B)
En el recibidor de casa he dejado mis más preciados tesoros actuales. Puntualizo, actuales.
Antes, hace veintitantos días, tenía otra escala de valores y naturalmente no dejaba ninguno preparado en el suelo del hall.
Para no mantener por más tiempo vuestra intriga os adelantaré que he depositado encima de las baldosas una mochila, los cascos, las gafas de sol y una máquina de fotos antigua; es tan vieja que es de carrete.
La he encontrado en un maletero haciendo limpiezas y órdenes. Me ha dado un ataque de nostalgia cuando he visto la caja todavía sin abrir. Gané esta cámara en un concurso de fotografía, hace ya casi veinte años. Recuerdo que me enfadé porque en aquel entonces lo que yo deseaba era una cámara digital. Al día siguiente, sin pensarlo más y para no seguir enfadado, me compré la que yo quería. Y así olvidé la frustración que sentí con este premio.
Haberla encontrado me ha hecho sentirme mal todo el día. Pensaba que dentro de mí hay un ser desagradecido que aflora muy a menudo. De repente, he pensado en mis padres. Llevo cinco días sin llamarles aun sabiendo lo que les gusta cuando les hago una video llamada. Llevan más que yo confinados, casi un mes. Ahora no porque están echando la siesta, pero esta tarde, sin falta, les llamo. Los he imaginado sentados en el sofá, con las cabezas juntas sonriendo al móvil en el que me ven y me escuchan. Era tan real como si estuviera con ellos en su salón. Entonces, mi padre se movía un poco para sentarse mejor en el sillón y, ¡horror!, he visto en la mesita la foto de mi boda con Carmen. Inmediatamente, al ver a mi ex mujer, he pensado: “¿Cuánto tiempo hace que no hablas con ella? ¿Estará bien? ¿Tendrá miedo? ¿Vivirá sola?” Me he reprochado mi poca humanidad.
Por la tarde he llamado a mis padres, a Carmen y a otros amigos que había dejado por el camino.
He sacado del armario mi mochila roja, las gafas de sol, los auriculares, la máquina prehistórica y los carretes. Lo tengo todo preparado para cuando el Presidente del Gobierno dé el pistoletazo, salir el primero a la calle, correr con mis cascos y oír música mientras noto el sudor deslizarse por mi pecho. También quiero inmortalizar con mi cámara mi barrio, mis vecinos, mis tiendas,… nuestra felicidad recuperada.
Ahora pienso que la libertad es nuestro único tesoro.
Pero… A lo mejor mañana encuentro otro más.