Amanda atravesó el dintel confiada, pero al otro lado —fríos como alfileres— los ojos de su amante presagiaban tormenta.
— ¡Nooooooooooo!
El grito le sobresalta. Sebastian lleva tantas horas enfrascado en la novela que tarda un buen rato en percatarse que lo ha dado el mismo. Cuando por fin entiende lo que ha pasado, masajea su cabeza con tanta furia como si así pudiera estimular su imaginación.
Sebastian no es un gran escritor ,pero ha tenido dos grandes éxitos y un ascenso fulgurante entre el público, en cambio la crítica no le ha tratado muy bien. Los expertos lo consideran un escritor pretencioso y algo snob, a la vez que barroco y bastante sin sustancia. Pero sus historias entretienen y se venden rápidamente gracias, en buena parte, al poderoso marketing que las acompaña. A Sebastian los críticos le dan igual, solo cree en el público
Daría cualquier cosa por tener una idea brillante, un hilo del que tirar para tejer “el gran éxito editorial del año” y no defraudar a los lectores que tanto quiere y le quieren. Pero está seco y así no podrá ser el protagonista de la fería primaveral. Si falta, su prestigio se irá al garete su cuenta de ahorros no crecerá como debe. Si mi cabeza no funciona, volveré a mi fórmula infalible, se dice, después de tres intentos más para con resultado negativo.
Internet es una mina de oro. E igual que ha hecho en sus novelas anteriores bucea entre lo que los jóvenes e inexpertos amantes de las letras cuelgan en la red: material fresco que habla del mundo actual.
* **
A juzgar por el número de días que tiene firma en la feria, su búsqueda da resultado. Mira la fila, es larga, muy larga. Después de dos horas sin parar de estampar su nombre tiene la mano acartonada y también le empieza a doler la cabeza. Además, su lista de dedicatorias se está agotando, le gustaría poder irse a casa, pero su editor no se lo perdonaría, quizá ya nunca más volvería a sentarse en una caseta como la que ahora ocupa, ni volvería a escuchar elogios sobre su obra.
Así que aguanta. Al final de la tarde una cara angelical, en un cuerpo de príncipe ataviado con un traje negro de gran calidad, le observa durante diez, veinte, quizá treinta segundos antes de pedirle, con gesto insolente, una dedicatoria en la página de cortesía
—Me gustaría algo original —dice el comprador
— ¿Cómo dice? —A Sebastián le desconcierta la confianza— ¿Nos conocemos?
—Perfectamente. Los dos andamos por mundos oscuros.
Hace una pausa y, señalando la estantería, el joven continúa
— La suerte del principiante es mía y usted la ha copiado con total descaro. Es un ladrón con todas las letras —termina apuntándole al pecho.
A Sebastián no le hace gracia el chiste y esboza una sonrisa cínica.
—Mire joven me ofende. Si tan seguro está, ¡vaya a los tribunales!, no podrá demostrarlo —balbucea a la vez que se remueve en la silla para volver a encontrar su sitio .
—Se equivoca, puedo hacerlo, pero no es esa mi intención.
—Entonces ¿qué quiere?
—Hacer un pacto con usted.
— ¡Estaría bueno! —dice Sebatian aleteando la mano
Se da cuenta que está llamando la atención. Después de unos segundos en los que parece reflexionar, continua en susurros.
— ¿Qué me ofrece… y sobre todo cuanto me costaría?
—La oferta ya la conoce, y el precio se iría viendo, pero le conviene —termina poniéndole la mano en un hombro y mirándole con persuasión
Dicho esto el personaje se escabulle entre la multitud. Lo último que ve Sebastian es una cola roja terminada en un triángulo.
***
Piiiiiiiiiiiiiiiiiii
Vuelve a la realidad bañado en sudor, tan asustado que el sonido de la alarma de la impresora le provoca un cabezazo sobre la mesa. Necesita un trago de agua bien fresca. Antes de llegar a la cocina el timbre de la puerta le anuncia que tiene visita, pero él no espera a nadie.
Sobre la alfombra de entrada, un hombre y una mujer uniformados le anuncian que está detenido por fraude electrónico y robo de identidad.
—Creo que se confunden señores.
—En absoluto. Llevamos detrás de usted mucho tiempo, tenemos su ordenador controlado y conocemos todas las direcciones de correo desde las que ha mandado emails haciéndose pasar por escritores famosos. Usted no es ninguno de ellos, sino Sebastián Cook, un ladrón de palabras.
*
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Hola M.t. Andrade
Una historia muy bien labrada, un mal sueño por el remordimiento de robar que al final terminan cogiéndole.
Algunas cositas tal como yo leo:
Y se vende rápidamente(coma) gracias en buena parte al poderoso marketing...
Pero está seco(coma)
Su prestigio se irá al garete(coma) (y) su cuenta ...
Después de tres intentos más (para) sobra
Mire joven (coma).
Felicidades, y saludos (4)
Mª Jesús, me ha resultado interesante la parte del tipo que asusta al escribidor. 😎salu2
Hola María Jesús
Internet parece ser como un terreno bien abonado, pero como todo terreno también tiene sus alambrados y sus cercos. En el sueño el diablo le pide algo original. Naturalmente algo original es algo propio, cosa que él no tiene y que ha tomado de otros terrenos. Excelente planteo Felicitaciones
Saludos
Ezequiel
Me ha gustado tu relato. Que un desconocido robe la identidad a un famoso, puede ser lucrativo para el ego, (no para la cuenta corriente) pero el recorrido es muy corto, lógicamente lo pillan.