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Sinfonía de una obsesión - Carlos Jaime Noreña


(Mis letras, para la música de la quinta de Beethoven).


¡Quie-ro-vo- laaar!: Como las cuatro notas iniciales de la quinta, es el deseo de Marcos Javier. Para llegar a los rincones del universo. Desde que le explicaron lo básico del Sol, la Luna y las estrellas, se entusiasmó por la astronomía y cada día quería aprender más. “El Sol es una estrella, la más cercana a nosotros; la Luna no es estrella, pero está más cerca que el Sol; no hay manera de alcanzarlos, ni subiéndonos al árbol más alto”, le explicaban.


Paso lento: Así juzgaba el recorrido de la Luna, acodado largos ratos en la ventana las noches despejadas. Lento también el tiempo, el tieeempo que faltaba para la Navidad, cuando esperaba recibir de aguinaldo el telescopio que había visto en una vitrina del comercio de la ciudad y que juzgaba cada vez más lejano.


Ritmo raudo: Así calificó el chico el movimiento de los astros cuando conoció sus velocidades en órbita, cuando apreció la rapidez de las estrellas fugaces, cuando percibió la prontitud con que el maestro se dirigía a arrebatarle la revista de divulgación científica que leía a hurtadillas durante la clase y el sonoro bullicio de la unánime burla de sus compañeros.


¿Que no había manera? Ya caminaron dos hombres sobre la Luna. ¡Yo quiero ir! ¿Qué se necesita para ser astronauta?” Entrenamiento… Estado físico…. Costos… Hablar inglés…. Ingresar a la fuerza aérea de los Estados Unidos…. “Ya me pondré en eso cuando crezca, ya encontraré como irme allá, ya veré cómo me nacionalizo”. El mañana será mejor para mí.


Canto de amor: Hechiceros ojos caramelo; nariz redondita, centro de gravedad de un rostro perfecto; voz dulce y pausada. La chica que lo enamoró, la que lo hizo olvidarse un poco de los astros. Al principio tímido, luego fue capaz de expresarle sus sentimientos y recibió fascinado la más encantadora respuesta.

Momentos de amor apasionado, momentos de dicha serena. Vuelo lunar sin despegar los pies de Tierra. Ella, planeta; él, satélite. Notas de dulce melodía. Nuevos descubrimientos diarios. In crescendo hacia una dichosa unión.


Ya era pura rutina: para Marcos, Apolo XIII es un nuevo motivo de expectativa… que se torna lúgubre. Estalla un tanque de oxígeno; daña gravemente el módulo de servicio; riesgo de perderse para siempre. Suspenso de varios días, mientras rodean la Luna para volver relanzados a Tierra. ¡Júbilo por feliz descenso en el océano!


Entusiasmo de amor: descubrimientos mutuos; siempre en órbita. Ritmo alegre de exploración, en la pareja y en la carrera espacial. Estaciones orbitales, cooperación internacional, vuelos no tripulados a planetas, con robots exploradores; sondas a los más lejanos rincones, aterrizajes en asteroides, exploración de cometas. Marcos se embelesa con todo, pero no olvida su vieja aspiración; quiere volar hacia allá. Ella lo quiere acompañar; es una con él y se irá hasta donde él vaya.


Aparece, por fin, la muy anunciada convocatoria para ir al planeta en 2030. La edad le prohibe cualquier aspiración. Asume con tristeza la realidad de lo corta que es la vida “Ya no voy a Marte… ¡Sí a amarte, mujer!”

Surgen las compañías de vuelos orbitales privados. “Pasearé contigo en una nave espacial”… El costo los hace resignar a seguir con los pies puestos en tierra y su mayor disfrute astronómico siguen siendo las melancólicas noches estrelladas. La mayor tristeza será el inesperado viaje de Lucero hacia su lugar en el firmamento.


¡Adiós Tierra!: Sorpresivamente, hay convocatoria para el viaje a Marte a candidatos de sesenta, para experimentar con alguien que tendrá setenta entonces. Marcos Javier pasa las pruebas, tiene salud de hierro y los entrenamientos son música para él. En los últimos años, el ritmo se acelera; los plazos se van cumpliendo; la euforia se infiltra en el ánimo; la dicha pide entrada.


El día del lanzamiento, cree estar viviendo un sueño; desfila hacia la plataforma tan gozoso como los muchachos que lo acompañan en su aventura, tan nervioso como ellos; creía que solo de chico se sentía esa emoción penetrante que hace vibrar lo más íntimo, que produce pequeños escalofríos y que nos lleva a dar grititos ridículos; pero ahora comprueba que a su edad y la de los treintañeros circundantes se producen los mismos fenómenos.


Lanzamiento esplendoroso: Llamas deslumbrantes; gigantescas volutas de humo lo envuelven todo; la emoción inunda hasta los corazones más duros; la nave escapa fugaz y muy pronto es un puntito para los espectadores y una exquisita prisión para los viajeros espaciales.



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