Arturo y su novia Ana, madrugaron aquel martes de verano empezando las vacaciones, ansiosos de empezar la excursión que habÃan planeado desde hacÃa dÃas. Embarcaron en el puerto de su localidad. Después de todos los preparativos y la salida de este, estuvieron bordeando con la pequeña embarcación la costa oeste de la isla de Mallorca. Después de casi una hora de navegación y al doblar un pequeño cabo se adentraron en una preciosa cala, prácticamente virgen, rodeada de un frondoso bosque de pinos y encajada entre unos altos acantilados. Un auténtico paraÃso en el que se disponÃan a pasar el dÃa en plena naturaleza, disfrutando del mar y de la tranquilidad del sitio.
Las horas iban pasando y la pareja cada vez estaba más enamorada y más feliz. El dÃa estaba resultando extraordinario. Estaba empezando a ponerse el sol cuando decidieron volver, entre risas y bromas, recogieron todo lo que habÃan llevado y se dispusieron a emprender el regreso a casa. HabÃa sido un dÃa inolvidable.
Tras varios intentos Arturo no lograba que el motor fuera borda de la barca arrancara. Un enorme temor se apoderaba de ellos, Ana estaba nerviosa porque además, en aquel sitio no habÃa cobertura en el teléfono móvil. La alegrÃa de todo el dÃa se estaba truncando por momentos y sobre todo a Ana le estaba invadiendo una angustia terrible.
En vista de que no habÃa manera de poder volver con la embarcación y antes de que les invadiera la noche Arturo pensó que lo mejor serÃa intentar subir por la roca. La intención era que cuando llegaran arriba buscar algún camino o carretera que les pudiera conducir a algún sitio poblado y, desde allà pedir ayuda y poder regresar a casa.
La ascensión fue dura, a mitad del camino Ana vio que poco mas adelante habÃa una pequeña vereda que ascendÃa hacia lo alto de la montaña, como un hilo de salvación.
Esto les animó enormemente en su ascenso. HabÃan tenido suerte, pronto podrÃan estar a salvo. La noche ya era cerrada, aunque afortunadamente habÃa luna llena y pudieron seguir por entre los pinos hasta un lugar más seguro. Allà a través del teléfono móvil pidieron ayuda y el regreso afortunadamente fue feliz. El dÃa siguiente lo emplearon en buscar algún mecánico para recuperar la barca. Entre risas lograron disipar el susto que habÃan pasado.