Opciones: A: Policíaco - B: Novela Negra - C: Misterio - D: Terror
Como todas las noches, me acosté a leer en mi cama, con buena música y un vaso de agua helada en la mesita. Yo, que usualmente me dormía pronto, esta vez tuve que esperar a Morfeo mucho rato. Cada que alzaba los ojos, veía desfilar sombras por la pared, mas las atribuía a gentes que caminaban afuera. Ya empezaba a dormitar y escuché unos ruidos. No me voy a dejar espantar el sueño, que harto difícil estuvo hoy. Al momento me dormí.
Estaba en medio de uno de esos deliciosos sueños eróticos que me asaltan dos o tres veces al mes, cuando un sonido ululante me llegó a los oídos; a continuación, lo vi saliendo de la boca de esa mujer, que interrumpía su complaciente actividad, y me aprestaba a indagarle el motivo, cuando desperté en forma. ¡Ese sonido es real y viene de mi propia vivienda! Salí a buscar por el corredor, contrariado porque ya desaparecía de la mente y de cierta parte del cuerpo el placer que me había embelesado.
Veo todo en orden… Nada moviéndose, nada fuera de lugar. Solo me miraba amenazante esa bisabuela de la foto del siglo XIX que presidía una salita de estar y que cuando estaba chico nadie me podía convencer de que la imagen no tenía vida, que esos ojos correspondían a la pose desconfiada de ella para la toma y que todas las miradas de las fotografías parecen seguirnos por causa de no se qué efecto óptico.
No cesa el ulular y ahora parece venir del corredor exterior… Me fui a la puerta a mirar por el pequeño ojo de inspección y me rechazó el negro profundo que reinaba en ese momento; me volví por las llaves, di vuelta a la primera cerradura y, en la segunda, la llave no giraba hacia ningún lado; intenté de todas formas y la cerradura no abría. De repente, un destello en el mencionado ojo llamó mi atención; aproximé a él mi propio ojo… ¡Completa oscuridad !
Temblaba y unas gotas comenzaban a mojar mi piyama, corrí al baño y, mientras estaba allí, sonaron unos golpecitos en mi puerta. Casi corté el chorro y salí corriendo hacia la puerta; ya no molestaban las gotas, sino mis vellos completamente erizados. ¿De dónde saliste tan miedoso, Alejandro, si nunca te has corrido de nada? Voy a ser valiente, intentaré de nuevo abrir esta puerta y si fallo, la echo abajo. ¿Por qué hablas solo, Alejo? Era la vecina del piso de abajo, que regresaba a mi nivel como a buscar algo. ¿Por qué querías derribar la puerta, solo por un efecto acústico?
La vecina aceptó entrar por esa puerta que yo había abierto, ahora sí, sin dificultad alguna. Las sombras y el sonido vibrante eran efectos que yo misma y el portero nocturno hemos descubierto en unos elementos de la construcción y el destello fue de su linterna; no tienes nada que temer. Satisfecha mi curiosidad, me aceptó un trago; le confesé que hacía tiempo me moría por ella y después, con menos dificultad que la que tuve para abrirle la puerta, aceptó “consolarme” y se ocupó en darle continuidad, ahora en real, a lo interrumpido de mi sueño.
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