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Angustiada por el contubernio urdido entre mis creadores y la cómplice FactorÃa Disney, con la insolente "versión oficial" que ya conocéis, recurrà a los insignes favores de mi Hada madrina, quien me recomendó la ayuda incondicional del Lobo Feroz.
Al cabo de un tiempo, en la cuenta de Facebook del famoso lobezno, la policÃa encontró una espeluznante publicación: "¡Todos se merecÃan estar muertos!".
Cuando los agentes se personaron en la vereda, acompañados de algunos vecinos curiosos, contemplaron estupefactos, los cuerpos desmembrados de todos mis parientes.
Como una alondra de nácar en un verso de Neruda aparecà en la escalinata de acceso al templo del brazo de Robinson, mientras Alberto no perdÃa de vista mis prodigiosos stilettos que saciaban el morbo de su extravagante fetichismo.
La noche de bodas fue todo alegrÃa cuando alzamos las copas de champán y nos abandonamos al frenesà de los instintos. Alberto me susurró al oÃdo sus obscenos pensamientos en una súplica para que le dejase abierto el balcón de mis labios de amapola. Luego la luna salió y todo pasó tan deprisa, que de la pasión nos fundimos en un revolcón.
Dicen que la costumbre acaba por apagar la chispa que enciende la llama y el amor, entonces, se tizna de mala suerte... Ocurrió que aquel tálamo nupcial se pobló de hojas muertas que acabaron por enlodar nuestras lascivias sábanas en harapos de indiferencia.
Naufragando entre las olas de la desesperación, una noche encontré en mis manos el puñal que le rebanó el cuello.