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Foto del escritorCarla Daniela

Vida color violeta - Carlos Jaime Noreña- +18


Crisálida se jubiló después de treinta años de juicioso trabajo y se declaró dichosa de disfrutar, por fin, de un descanso merecido. Pero, pronto, su familia denigró de la nueva vida que estaba llevando y le volvió la espalda.


Trabajó duro en esa empresa, con jefes cascarrabias, con compañeros envidiosos, con compañeras irónicas, pero era amable con todos ellos y más con los clientes. También fue generosa y agradable con todos en su medio social, especialmente con las jóvenes. Y se quedó solterona… no se le conoció novio o amigo íntimo; ella decía que nunca tuvo tiempo, por dedicarse al trabajo y a la familia. En la empresa, la despidieron con una gran fiesta y todos, hasta los más envidiosos y las más irónicas, la llenaron de halagos y le formularon hermosos deseos.


Conoció a Violeta unos seis meses antes de jubilarse. Eso ocurrió tomando un café cerca del trabajo; esa tarde lluviosa, se refugió en el cafecito a esperar un amaine. Saboreando el café, le sonrió una chica de la mesa siguiente y ella le devolvió ampliada la sonrisa; le pidió entonces permiso para acompañarla y Crisálida la acogió. La “chica” no era tan joven; acaso sería unos diez años menor, pero reflejaba juventud, tanto por constitución propia y actitud personal como por ayuditas cosméticas y del ropaje. Se entendieron muy bien, conversaron delicioso y terminaron intercambiando números telefónicos para invitarse “algún día”.


Familia y amigas le celebraron pomposamente su retiro; un te rico en acompañamientos y ornamentación, música, dedicatorias, poemas, abundantes regalos, mucha alegría. Familia y amigas la condenaron agriamente un mes después, al enterarse de su amistad con Violeta. Un prontuario rico en calificaciones, burlas, sarcasmos, acompañado de muchos “nunca creímos que…”, “no volvemos a…”, “no vuelvas a…”. “No voy a cambiar –se dijo ella– tiernas caricias por afecto interesado”.


Con Violeta, la del café, se consolidó una bonita amistad, de esas que se afincan en confianzas mutuas de toda clase, empezando por las más simples, hasta que una vibración mutua las lleva de la mano y sutilmente a tomarse de las manos, a acariciarse sutilmente, prolongar los besos de despedida, decirse cosas bonitas con voz que tiembla, dedicarse poemas, canciones, como “Vereda Tropical”…


Cuando empezó a vivir sola, le hacía falta compañía, se le volvían largos los días, añoraba a su amiga y la llamaba con frecuencia. Esta multiplicó el número y la duración de las visitas en su casa y los encuentros por fuera. Entraron en mayor intimidad y ya dormían juntas varias veces a la semana. Descubrían en esa cama placeres que nunca habían tenido, al menos en compañía. Iban juntas a cine y conciertos y se les veía tomadas de la mano en los cafecitos y parques.


Las excomulgaron, pues, familia y conocidos, pero no les importó y siguieron en su idilio; tuvieron que cambiar sus amistades, mas las nuevas eran mucho más interesantes y les abrían paso al disfrute de una vida completamente nueva. Hicieron pareja definitiva y nunca hubieran creído que en este mundo pacato podrían hallar un nuevo mundo para ellas. Las conquistas mutuas que hasta entonces tímidamente se hacían, pasaron a ser arrasadora posesión; avanzaban sin recato sobre ese terreno nunca antes conquistado por hombres; acariciaban las colinas gemelas que ellos no acariciaron; caminaban por los trigales donde ellos no estuvieron, penetraban oquedades para ellos vedadas…


En la notaría, leyendo el testamento, todos han llorado. Ahora reconocen que fue una hermana amorosa. Lamentan haberla despreciado por algo que correspondía a su pura intimidad. Pregonan que es una lástima que un infarto se la haya llevado tan pronto, pero íntimamente están dichosos porque su casita, el derecho en la finca, los dos taxis y los ahorros en el banco les tocaron en suerte a sus hermanos y hermanas; a su amada, “solo” la biblioteca y la música.


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Tirma Tiatula
Tirma Tiatula
Jun 25, 2020

Hola Carlos. Lo malo de llegar tan tarde es que ya está todo dicho. Los ya se han encargado de hacerte las correcciones oportunas, en las que, en general, estoy de acuerdo con ellas. Solo me queda dejarte mi impresión personal sobre el trasfondo del relato.

Con respecto a la elección sexual, (según los lugares geográficos), la cosa ha cambiado mucho, aunque también hay hipocresía en este sentido, pero en términos generales la aceptación es la norma.

Sobre el vocablo “solterona”, algo peyorativo, existe un anglicismo menos peyorativo que solterón “single”, persona libre sin compromiso, se sea viudo, soltero, divorciado o separado, yo prefiero el castellanizado soltera o soltero.

Por lo tanto me ha parecido un escrito reivindicativo pero al…

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Rosario Allpas
Rosario Allpas
Jun 25, 2020

Hola, Carlos Jaime Noreña.

Hablando del último párrafo. En tu escrito combinas tiempo presente y pasado. Yo te sugerí que lo pusieras en PASADO porque es el que mejor se adapta a tu escrito. Si lo deseas en PRESENTE tendrías que cambiar algunos verbos:

Tú pusiste: En la notaría, leyendo el testamento, todos han llorado.

Sugerencia en presente: En la notaría, leyendo el testamento, todos lloran.

Tu escrito: los ahorros en el banco les tocaron en suerte a sus hermanos y hermanas; a su amada "solo"...

Sugerencia: los ahorros en el banco les está tocando en suerte a ellos; mientras que a Violeta “solo” la biblioteca y la música.

Procuraré seguir escribiendo en Literautas, claro que sí.

Un abrazo.

Charola

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Carlos J. Noreña
Carlos J. Noreña
Jun 25, 2020

En la respuesta a Vespasiano, al final, quise decir "enfatizadora" y me quedó "enfatizada".

Vale.

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Carlos J. Noreña
Carlos J. Noreña
Jun 25, 2020

A Jorge García le agradezco su buen concepto y los aportes que hace en su comentario.

¡Mucha suerte, Jorge!

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Carlos J. Noreña
Carlos J. Noreña
Jun 25, 2020

Para Charola:

Mil gracias por detenerte en mi relato.

Tal como le dije a Vespasiano, las repeticiones de palabras son un defecto que estoy tratando de corregir y todavía no lo consigo.

Tienes razón en lo de cambio de tiempo en el quinto párrafo, como ya le dije a Pepe.

Ahora sí entro a la defensiva: El tiempo verbal del último párrafo tiene la intención de traer al lector al presente, de hacer que se vea en la notaría presenciando los hechos. Ya no le estoy contando sucesos pasados, sino que lo pongo ahí a vivir con todos la lectura del testamento.

Que la pases bien y que nos sigas acompañando todos los meses.

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