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Virus con una misión (C) - Osvaldo Vela - (R)



El entorno que mueve al mundo de pronto cambió. La perspectiva de vida sufre una sacudida que guía mi intelecto a un cuestionamiento: ¿Qué puedo yo hacer para dilucidar el nuevo ámbito? Lo único al alcance de mi entendimiento son mis letras. A través de ellas en un corto periodo de nueve años he llegado a plasmar recuerdos tan íntimos y bellos que se han convertido en convivencia.


Al igual que un pianista al interpretar la música, un escultor al plasmar su arte en sus tallas o un pintor al permitirle a su pincel recorrer con maestría sus cuadros; yo, ante un tintero generoso, plasmo vivencias escritas.


Por alguna razón, las letras que mandan sobre las anécdotas que concibo y luego narro, me han llevado por un mundo positivo y hasta un poco ingenuo: La realidad es que, el tema que hoy enfrentan es algo inesperado para ellas.


Mis primeras lecturas, en Colegio Marista, recorrían escenarios con un Dios castigador. Este ente Supremo escarmentaba al hombre por sus pecados: destierro del paraíso terrenal, pestes, plagas, guerras, diluvios, la destrucción de Sodoma. Todos estos eventos eran una condena de corrección para mostrar al hombre el derrotero del buen camino.


Por lo vivido este 2020, parecería que un nuevo correctivo se cierne sobre la humanidad. El crecimiento humano del último siglo, en lo económico, en lo científico, en el aumento de población, ha sido exponencial. Término que ahora se usa para describir la pandemia que nos agobia. Pero en realidad, detrás de todo esto, hay una naturaleza que pide un respiro de recuperación.


Se dice que la esencia humana es energía.


La energía no se destruye solo se transforma. Por eso es que el hombre se multiplica día con día. Con su instinto natural de procrear, la raza humana se acercaría a los límites donde no habría cupo para más. Hoy, cada grupo, cada raza, cada nación, cada estado, cada familia, y cada individuo, buscarán con ahínco y certeza su mejor acomodo a un nuevo escenario como el que ahora nos angustia.


Un encierro en casa, primero voluntario y luego exigido, manda una señal positiva. Aislamiento que empieza a mostrar cambios benéficos en la naturaleza. Un amigo mando un audio desde el jardín de su casa: donde una multitud de pajarillos de diferentes trinos unieron su canto esa mañana en una sinfonía de su gorjear que me dejó perplejo. Un video en la televisión donde miles de delfines retozan de gusto en su entorno marino. Otra noticia: científicos dando la primicia que la capa de ozono se está recuperando. Esto nos dice, que la armonía de cualquier escenario natural se recupera al dejarlo solo. Hasta la armonía interior, la familiar, la del estado, la del país, la del mundo y del universo, saldrán beneficiadas.


No hay números entendibles, sin qué, las letras o las palabras avalen su valor o el objetivo de su uso. Lo que las cifras de la pandemia nos comunican es que el virus no borrará del mapa a la raza humana: pero si otorgará, un respiro para regalarnos una verdad: la vida es hermosa.


Este aislamiento, lo que si conseguirá es denudar a los seres humanos de hartas fallas de humanidad, deficiencias tales como: altivez, orgullo, altanería, arrogancia, jactancia, endiosamiento, y más, pero ante todo la soberbia de poder. Pecados capitales que serán victima y parte de las estadísticas del microbio infeccioso con una misión. Esas faltas son su verdadera encomienda. El combate pro salud nos enseñará, que la unidad es básica para la recuperación de una sociedad justa y trabajadora. Los líderes del mañana aprenderán que confrontar los pueblos con fines políticos ya no tendrá eco. Un futuro prometedor espera: amemos la vida.


Nada hay más sabio en el universo que la naturaleza, pues ha sobrevivido en equilibrio desde la creación misma. Armonicemos nuestro canto por la vida al igual que los pajarillos. Como delfines, retocemos de alegría ante lo que la vida nos ofrece. Y escuchemos, como científicos, el susurro de la naturaleza diciéndonos al oído: “mis males se recuperan”. La vida es bella y solo tenemos una para gozarla. Rindámosle pleitesía siendo felices.


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